El discernimiento, camino de cambio

Imagen del reportaje de discernimiento

Conjugar emoción, sentimiento, razón y espiritualidad. Convertir convicciones interiores en decisiones de vida, y que estas acciones sean coherentes con ellas y con los criterios del Evangelio. Separando, cribando, distinguiendo. En el camino del cristiano, «elegir en todo lo que agrada al padre». Ésta es la vía del discernimiento propuesta por San Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús en el siglo XVI, dentro de sus Ejercicios Espirituales. Metodología que sigue plenamente vigente, más de 400 años después, y que otros han aplicado en campos tan diversos como la política y la economía, incluso desgajándole este sentido religioso, pero aplicando su metodología. «Frente a visiones que ven la vivencia de la espiritualidad como algo espontáneo, en la espiritualidad ignaciana se propone un método, una lógica: objetivación, valoración y decisión. Una valoración que ya no es personal, sino evangélica, y parte muchas veces de una misma pregunta: ¿Que habría hecho Jesús en mi situación? Y adecúa mis decisiones a este objetivo», describe el sacerdote jesuita Norberto Alcover.

Norberto Alcover: «Una espiritualidad que sólo se queda en el interior no es cristiana. El discernimiento es una propuesta activa, con consecuencias prácticas»

Norberto Alcover: «Una espiritualidad que sólo se queda en el interior no es cristiana. El discernimiento es una propuesta activa, con consecuencias prácticas»

«La voluntad de Dios siempre se muestra en la realidad, no supone sólo un ejercicio de profundización interior. Conecto con Dios, pero de una forma activa, en todas mis acciones. Una espiritualidad que sólo se queda en un ejercicio de vida interior no es cristiana. Propone una visión esperanzada del mundo, en que toda la vida del hombre está tocada por Dios», destaca Alcover, ex profesor de Comunicación, Cinematografía y Periodismo en la Universidad Pontificia Comillas. [pullquote]No hay discernimiento sin dejar prejuicios y predisposiciones[/pullquote]

El discernimiento ignaciano requiere un sujeto preparado para afrontar el proceso. Antes de tomar cualquier decisión debe desprenderse de prejuicios y predisposiciones, así como de influencias externas (la decisión de un líder, por ejemplo), ya que las decisiones han de ser tomadas con libertad. En opinión de Carlos Palmés, sj, «sin sujeto preparado, fallará también el resultado. Sin un corazón limpio, cargado de emotividad, se pierde objetividad. Es imposible encontrar el camino entonces», describe el autor del libro Discernir es buscar en todo lo que más agrada al padre. Ignacio de Loyola.

«Para San Ignacio no es posible un auténtico y pleno discernimiento si no hay sujeto en este proceso (…) ¿Qué es lo que define al sujeto ignaciano: que la persona cuente con un conjunto de capacidades personales mínimas, de habilidades y de actitudes e incluso de momento personal, que posibiliten que se haga con rigor y garantía un determinado proceso. Ignacio insiste siempre mucho en que no se propongan ni emprendan procesos que desborden las posibilidades» de la persona en cuestión, relata Darío Mollá, sj, al describir el discernimiento ignaciano (ver la sección Saber Más). «Comenzar este camino no es tanto un tema de edad, sino de capacidad. Es ese mirar tu propio mundo interior y ser capaz de leerlo como mediación de la experiencia de Dios», describe Vicente Marcuello, sj, director de la Fundación Arrupe Etxea de Bilbao.

 Decisión

Este camino se realiza internamente, pero no en solitario: de ahí la figura del acompañante espiritual. Tampoco todo depende de uno mismo. Por eso, la llamada a tener en cuenta la realidad en el discernimiento. «Hay que valorar razones y consecuencias» de tus decisiones, relata Marcuello, además de fijar la mirada en los criterios evangélicos, «que son los que son y están muy claros», y guían y transforman al creyente. Todo ello, sin embargo, con una actitud vigilante, también hacia uno mismo y sus motivaciones. «El mandato es claro: amar, cuidar, servir. ¿Cómo puedo ayudar a servir mejor? Pero siempre hay sutilezas a tener en cuenta. ¿Por qué lo hago? ¿Porque está bien o por buscar el reconocimiento de los demás? Todos tenemos dificultad para objetivar, necesitamos un contraste, porque tenemos tendencia a autojustificarnos».

Y es que no se discierne entre algo bueno y algo malo (esa sería una disyuntiva sencilla), sino entre diferentes opciones, aparentemente similares, hasta encontrar «la voluntad de Dios. La base es vivir en actitud de discernimiento en el día a día. Si no se tiene esta actitud, luego es más difícil», describe Vicente Marcuello. ¿El tiempo? Depende de la importancia

Vicente Marcuello: «Implica que una serie de convicciones se convierten en acciones de vida, valorando razones y consecuencias. El mandato es claro: amar y servir»

Vicente Marcuello: «Implica que una serie de convicciones se convierten en acciones de vida, valorando razones y consecuencias. El mandato es claro: amar y servir»

de la decisión a tomar. Hasta un mes para la toma de decisiones esenciales en la vida.  [pullquote]El proceso es interno, pero no en solitario , hasta llegar a decidir[/pullquote]

«Es un método fácil de explicar, pero difícil de realizar porque requiere tiempo. Y en el mundo actual, en que todo es instantáneo, alejarse, reflexionar y tomar conciencia es un lujo. Es un proceso que mucha gente comienza pero no finaliza. Para discernir, echas mano de todo lo que tienes: tus capacidades y habilidades personales, tu relación con los demás, tu realidad, tu contexto», apostilla Alcover.

 Sentir

«La experiencia del espíritu se manifiesta en el sentir», relata Carlos Palmés, sj. De esta manera, «discernir es darse cuenta de la presencia en sí de ciertos sentimientos y mociones. ¿Cómo se siente la voluntad de Dios. El aspecto afectivo, vivencial, cuenta con gran importancia». Se puede sentir en este proceso de meditación lo que San Ignacio llama consolaciones (sentimientos de paz, alegría) o desolaciones (tristeza, perturbación, abatimiento), «y de aquí extraer una luz para resolver el problema en cuestión. Esto tiene mucha más fuerza si persiste el mismo sentimiento durante días y meses. Mis sentimientos son una muestra de la voluntad de Dios. Puedo sentir repugnancia por el esfuerzo y dificultad que me puede requerir una decisión, pero al mismo tiempo disfrutar de una profunda alegría interna y una gran paz por lo que he decidido. Discernir implica abandonar el egoísmo».

Pero no solo cuentan los sentimientos a la hora de decidir, sino las razones, donde hay que reflexionar sobre los argumentos a favor y en contra de cada decisión, anotándolos por escrito. Y estos argumentos deben ser ponderados, valorando cuáles son los más importantes, hasta llegar a la conclusión, que no es un ejercicio matemático y de lógica, sino el fruto de una afinada visión humana y espiritual, donde se busca «interpretar tus acciones desde la óptica de Jesús, aplicando la regla de ‘Dichosos los que practican la misericordia’, sabiendo al mismo tiempo que si adoptas la forma de vida de Jesús en tus quehaceres diarios, tal como ocurrió con él, deberás ser consciente de que no te podrás llevar bien con todos», manifiesta Norberto Alcover.

Carlos Palmés: «El proceso requiere madurez. Un sujeto cargado de emotividad, de prejuicios, no podrá ser objetivo. Es imposible hallar el camino si no se supera el egoísmo»

Carlos Palmés: «El proceso
requiere madurez.
Un sujeto cargado
de emotividad,
de prejuicios, no
podrá ser objetivo.
Es imposible hallar
el camino si no se
supera el egoísmo»

Tras la toma de la decisión (discernir busca hallar respuestas claras, como un sí o no), llega el necesario proceso de confirmación de que la decisión es correcta, de que se ha hallado la voluntad de Dios. Esta confirmación puede ser interna (sintiendo paz y alegría tras aplicarla), externa (el papel del acompañante en los ejercicios espirituales es importante) o por el mero paso del tiempo, que hace plenamente visibles los puntos fuertes e inconvenientes de las decisiones tomadas y si éstas se adaptan a la intención original: la de cumplir la voluntad de Dios.

«Aún aplicando el discernimiento te puedes equivocar, porque todos somos seres humanos. Pero discernir supone una actitud permanente y continua. Si te has equivocado, lo sabrás, porque las consecuencias se hacen muy visibles. Es una espiritualidad muy práctica: amar y servir. Tú acabarás transformado del mismo modo que el mundo te transforma», finaliza Alcover. Discernir no es garantía de infalibilidad, pero sí de acertar en la actitud, y de ser honesto con uno mismo, con tus creencias y con los demás. Una forma diferente de caminar por la vida. Y de cambiar en el proceso.


Discernir, también en comunidad
De la misma manera que existen unas reglas para el discernimiento individual, también existen otras destinadas al discernimiento comunitario. En esta vía, el primer paso es la fijación clara del tema a discernir. Seguidamente, se inicia un proceso de oración personal, en que cada uno de los participantes en un proceso común busca imbuirse de los criterios y actitudes de Cristo, y considera las razones y mociones positivas de este tema, dejándolas por escrito (sólo tres o cuatro).
En la asamblea plenaria, se recogen todas las mociones y razones, leyéndolas sin realizar ningún comentario, señalando durante el proceso las que aparecen un mayor número de veces o indicando las que aparentan contar con mayor valor. Un momento de reflexión indica si estas razones producen paz o desasosiego y seguidamente se realiza un diálogo abierto sobre ellas. Tras este diálogo se abre un nuevo periodo de oración y meditación personal, pero ahora abordando y profundizando en las razones negativas, que son abordadas en una nueva asamblea plenaria, en que tampoco se toma una decisión final. Tras este paso, se toma la decisión, que puede ser fruto de una votación o del consenso, y requerirá también de confirmación.

Infografía del reportaje sobre discernimiento

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