Reconocer la tecnología (mediática) en el cuidado de la casa común

La carta (Nicolas Brown, 2022) es un documental estrenado hace pocas semanas que, enmarcado en la encíclica del Papa Francisco Laudato Si, se aproxima a nuestras relaciones con la naturaleza en un momento de emergencia climática y preocupación medioambiental. Es una invitación a la reflexión a partir de voces necesarias en la conversación pendiente sobre la sostenibilidad: comunidades indígenas, científicos especializados en biodiversidad, activistas medioambientales y refugiados climáticos.

El documental anima el diálogo. Trata de poner en común los diferentes puntos de vista preocupados por el futuro del planeta y acude a lugares conocidos en el debate sobre el cambio climático: arrecifes de Hawaii, el Amazonas, cayucos que se adentran en el mar desde Senegal. El interés de la película se encuentra sin embargo en las historias personales que vinculan esos espacios amenazados y que exponen la necesidad de replantear nuestras relaciones humanas. En línea con la carta encíclica, La carta propone renovar nuestra humanidad a partir de una conversión ecológica que nos conecte con el mundo que nos rodea.

En ese sentido, tanto en Laudato Si como en La carta se expone un elemento relevante que suele pasar desapercibido: la tecnología y su impacto en nuestras relaciones socionaturales. Un móvil en el cayuco, sensores que mapean la costa, el poder del documental. En una escena de la película, el Papa se reúne con los portavoces de las diferentes comunidades representadas. Antes de comenzar la conversación, Francisco señala a las cámaras y bromea:

– “¿La tecnología es ecológica o no?”

«Las tecnologías que nos rodean -casi siempre imperceptibles- también forman parte del ecosistema en el que vivimos y conviene plantearse cómo las queremos integrar en el debate sobre la sostenibilidad»

Ese momento espontáneo, que no se ha descartado del montaje final, recoge una cuestión clave a la que debemos prestar más atención: las tecnologías que nos rodean -casi siempre imperceptibles- también forman parte del ecosistema en el que vivimos y conviene plantearse cómo las queremos integrar en el debate sobre la sostenibilidad.

Vivimos en la intersección de dos tendencias imparables e irreversibles. Por un lado, el impacto de la actividad humana en los ecosistemas planetarios y, por otro, la influencia de los medios -las tecnologías de la comunicación- en nuestra vida. Son fenómenos impredecibles, pero cada vez más relevantes en el actual contexto de transformación digital y crisis medioambiental. Dado que no renunciaremos a la tecnología, pero aspiramos a un mundo mejor (y más sostenible), urge conciliar la ambigüedad provocada por nuestro uso intensivo de las tecnologías y la responsabilidad que debemos asumir al sabernos causantes de impactos relevantes en el planeta.

La estrategia que se nos suele sugerir es la de ir a la guerra contra las máquinas, pero quizá sea hora de pensar mejor la relación con la tecnología que tenemos a nuestro alcance. La intención cuenta: querer redescubrir los medios es el primer paso hacia el reconocimiento de sus limitaciones, su influencia y las oportunidades que nos ofrecen. Ese reconocimiento de los medios nos hará más conscientes de la situación en la que estamos y de su utilidad para cambiar las cosas. Por ejemplo, imaginar Internet como algo que se almacena en la “nube” ignora la materialidad de las tecnologías que hacen posible su funcionamiento. El peligro de la utopía digital es creer reales sus metáforas.

La carta está disponible en varios idiomas a través de YouTube, coproductora de la obra y aspirante a empresa “verde”: a pesar de que el consumo eléctrico anual de su empresa matriz Google/Alphabet está al nivel del de toda la República Dominicana, ha declarado que para 2030 quiere funcionar con energía libre de carbono para 2030. ¡Veremos!

En definitiva, asumamos nuestro rol en el cambio climático y en la vida en los medios: los tenemos delante, pero no los percibimos. O no los queremos percibir: aceptamos que existen, negamos que nos condicionen y, sin embargo, configuran lo que somos. Ambos procesos son, como nosotros, complejos, ambiguos y caóticos.

No se puede vivir una vida ajena a los medios ni tampoco de espaldas al mundo natural. Por lo tanto, comencemos a pensar qué vida mediada queremos vivir y cómo esta puede ayudar al tipo de sociedad sostenible y responsable con el medio ambiente a la que aspiramos, sin olvidar por el camino nuestra humanidad.


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