14 May La esperanza, una gran vía de sentido
¿La felicidad es propia de las personas con fe? Los estudios parecen indicar que no, pero lo que sí se confirma es que las personas que tienen algo que da sentido a su vida son más felices. Y la fe ayuda mucho en esto.
Llevamos un año de mucho sufrimiento y frustraciones en el mundo, la pandemia nos ha traído grandes crisis económicas y sociales, además del dolor humano propio de la enfermedad y la muerte. Y es por esto que no preguntamos si la fe puede ayudar a las personas a vivir con más paz y equilibrio esta situación. La respuesta es afirmativa, pero no exclusiva.
Tener algo que llene de sentido tu vida, te da fuerza y ánimos para seguir luchando cada día, a pesar de las dificultades. Ese algo pueden ser los hijos, puede ser una causa altruista, o puede ser Dios. Y no es que nosotros lo pongamos todo al mismo nivel. Es que los seres humanos somos complejos y lo que para unos tiene un valor, para otros no. Las emociones positivas que la fe estimula no están reservadas únicamente a los creyentes, pero quienes viven su fe de modo serio y profundo tienen más probabilidades de vivir las emociones positivas.
Los momentos más difíciles son siempre los que dejan al descubierto la autenticidad de nuestras opciones fundamentales más profundas. Estábamos acostumbrados a planificar con tiempo, a tener seguridades en cosas exteriores, a disfrutar cuando quisiéramos de los amigos y seres queridos, a ser espontáneos, etc. Este último año nos ha trastocado todo esto y ha dejado claro en qué estábamos poniendo nuestras seguridades y esperanzas. Quienes ya tenían una fe profunda que implica la vida, lo han tenido mejor. Otros han tenido que replantearse muchas cosas de la vida. Y muchos se han visto deprimidos, desesperanzados, amargados, superados por la situación.
¿Qué hace que unos vivan de un modo y otros diferente las mismas circunstancias? Los estudios expuestos en el reportaje llegan a conclusiones muy interesantes a este respecto. Nuestros modos de vivir la espiritualidad hacen que mantengamos la paz y el equilibrio o no. La cuestión está en si nuestra religiosidad es solo tradición o experiencia y convicción. Porque en la primera se suele poner la fe en las prácticas externas sin un compromiso con el Evangelio porque no ha habido una experiencia personal de Dios. En cambio, en el segundo modo, la persona no vive centrada en sí misma, sino que ha comprendido e interiorizado bien el misterio del Amor de Dios. Se trata de una fe mucho más profunda que les compromete con los demás y afecta a su modo de estar en la sociedad. Esta fe les da razones para la esperanza y la vivencia de emociones positivas en medio de todo.
En este sentido, no debemos olvidar que el mejor regalo que podemos hacer a los hijos es la vivencia de una fe comprometida. Pero esta se transmite sobre todo por el ejemplo de los padres. El mundo futuro, pospandemia, no será fácil. Nuestro planeta se deteriora, la economía que conocíamos hasta ahora empieza a cambiar, la globalización acentúa realidades positivas pero también negativas. Y nuestros actuales niños y jóvenes no lo tendrán fácil. Una parte importante de la educación integral es la parte más humana y espiritual de la persona. La fortaleza, la resiliencia, las habilidades emocionales y comunicativas, serán parte de la mejor herencia que les podemos dejar.
Xiskya Valladares. Doctora en Comunicación. Licenciada en Filología Hispánica y Másteres en Periodismo y Dirección de Centros Educativos
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