El otro día me regalaron una orquídea, ¡preciosa! Me encantó el detalle, pero enseguida pensé: ¡Pobre, se va a morir! Y es que no sé qué me pasa con las plantas, pero todas se me mueren. Siempre las recibo con mucha alegría y entusiasmo, he llegado incluso a hablarles… pero al final me voy desinflando y la planta conmigo y se acaba muriendo. Quizá debería haber estudiado biología.

Pues bien, pienso que la fe es más o menos así, es como una planta que necesita sus cuidados: que la rieguen, que le dé el sol, que le corten las flores marchitas, que la tapen por la noche… si los vas dejando sucede lo esperado, se acaba muriendo.

La fe también necesita sus cuidados: tiempo de silencio y reflexión, espacios de vivencia comunitaria, crisis profundas para ir creciendo… Sencillamente, necesita dedicación.

Nos estamos acostumbrando a vivir en una sociedad en que básicamente hacemos dos cosas: trabajar para ganar dinero y gastar el dinero que hemos acumulado. El otro día hablaba con una amiga y me decía: ¿Seguro que la vida sólo es esto? ¡Trabajar y hacer lo mismo cada día… Parecemos robots!

Yo, sencillamente, me resisto a creer que la vida sólo consiste en un ir y venir. No, la vida es algo más, es MUCHO MÁS, pero la estamos reduciendo. Nos falta vivir en profundidad, vivir desde dentro, disfrutar de cada momento…

La FE da sentido a aquello que hacemos, da igual el nombre que le pongamos: Dios, Señor, Jesús, Padre, Espíritu, Energía… lo esencial es encontrar esa fuerza interior que nos anima a vivir desde lo profundo del corazón y nos empuja hacia arriba, hacia lo alto. Si no lo has experimentado nunca ¿a qué estás esperando? La VIDA es mucho más, ¡descúbrela!