11 Oct Las drogas: esa conversación pendiente
Tengan bien presente que las drogas siempre estarán en la entrada de los bares, en los cuartos de baño o en los bolsillos de los amigos o conocidos de sus hijos. Pastillas, cocaína, marihuana…las formas son muchas y difícilmente conviven aisladas.
Tras un año de colaboración semanal con Proyecto Hombre he tenido la oportunidad de compartir conversaciones muy interesantes con jóvenes usuarios del Proyecto. También he tratado con algunos padres y, por supuesto, con terapeutas. Tras la información que he ido recopilando, me aventuro a dar unas pinceladas orientativas de cómo enfocar un «Disculpe, su hijo toma drogas». Por supuesto, un trato constante, una conversación fluida y una preocupación de hierro con guante de seda es primordial para prevenir éste y muchos problemas. La despreocupación es la madre de la desorientación. Una de mis preguntas preferidas a los usuarios adultos era la siguiente: ¿Cómo reaccionarías si descubrieras droga en los bolsillos de tu hijo? Todos apuntaban a lo mismo: transmitir preocupación sin dramas. Prohibir es una reacción muy común pero, sin una base sólida sobre la que construir, tan sólo pospondremos el problema.
«Qué siente»
La sensación de las drogas, y esto hay que tenerlo presente, puede ser muy placentera. Es un engaño fisiológico destructivo, pero si la gente está dispuesta a morir por la experiencia, señalar el pastel diciendo «caca» no tiene mucho sentido. Y menos aún futuro. Por eso, conversar con él acerca de sus sensaciones y mostrar interés por sus vivencias, aunque suene heroico, puede ser la manera de acercarnos y de que él mismo se abra. Su «tú no lo entiendes» o «no se puede hablar de esto contigo» es lapidario. Si conseguimos dialogar con naturalidad, hay más posibilidades de que se vaya dando cuenta de su engaño. Aceptarlo, o no, no es la cuestión: ser consciente de que es un engaño es la clave.
Hay una regla de oro en esta delicada situación que no hay que olvidar: esa conversación no debe transformarse en un interrogatorio. El grado de madurez requerido no se corresponde con la inmadurez de ceder a la curiosidad de la experiencia. El objetivo no es preguntar para conseguir respuestas explícitas; la meta es que él descubra que sus palabras no implican nada por lo que sentirse orgulloso. Hasta aquí, hemos querido allanar el camino para llegar al ‘quid’ de la cuestión: el porqué.
«El porqué»
Que el hombre caiga con tanta facilidad en las drogas no es de extrañar. El amor es lo que el hombre anhela. El «para siempre» del amor es un querer escapar del tiempo, una búsqueda de lo que de sobrenatural hay en nosotros, un camino que hace de la experiencia un enriquecerse en nuestra imperfección. Perdidos en la llamada de lo eterno, las drogas producen en el hombre un escaparse del tiempo, una explosión de sensaciones, un éxtasis camuflado.
Problema: tras el viaje, se produce el regreso consciente al abismo del engaño, donde la salida (el olvido) siempre será otro viaje. Benedicto XVI, entonces cardenal Ratzinger, lo explicaba magistralmente con estas palabras: «El refugio de la droga, por ejemplo, es una prueba del deseo de superar los límites de lo cotidiano, de experimentar el gozo infinito. Pero la experiencia no lo demuestra así. Vivir de fe nos abre a la verdadera grandeza del hombre y nos proporciona al mismo tiempo la capacidad para hacer frente a cada día».
Saber porqué uno cede a la droga. Éste es el verdadero objetivo. Lo importante es llegar a conmover el vacío interior con ecos que podrían sonar así: «Tú decides cómo llevar tu vida y sólo tú sabes realmente lo que estás haciendo con ella; pero, desde dentro, tienes que preguntarte si es ese el camino que quieres tomar, y si hacia donde te lleva es donde quieres ir». Para superar un problema de drogadicción es absolutamente necesario acudir a ayuda externa, ayuda de profesionales.
La voluntad del drogadicto queda mermada y las dosis de amor familiar sólo consiguen avivar las dosis de vicio que hace el agujero cada vez más profundo. Lo indicado, antes de que surja el problema, es hablar de las drogas con naturalidad con sus hijos. Que conozcan lo que ya les rodea antes de que la curiosidad les juegue una mala pasada.
Pregúntale a Alicia (de autor anónimo) es un interesante libro escrito a modo diario de una chica de 15 años que se introduce en el mundo de las drogas. No trata de plantear soluciones, tan sólo muestra la cruda realidad de las drogas. Invito a leerlo a padres y a hijos. Quizás pueda ser una buena manera de iniciar un diálogo familiar.
Os animo, por último, a vivir la apasionante experiencia de conocer y acompañar a personas que luchan día a día por redescubrir lo que de amor hay en ellas. ¿Dónde? ¡Seguro que ya te están esperando!
Francisco Juan Güell Pelayo es licenciado en Biología por la Universidad de Navarra, licenciado en Filosofía por la Universidad Pontificia de Salamanca Curso de Doctorado en Biojurídica y Bioética por la Cátedra de Bioética y Biojurídica (UNESCO). Colaborador de Proyecto Hombre de las Islas Baleares.
Este artículo se publicó originalmente en la edición nº125 de Mater Purissima (octubre de 2006)
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