19 Feb El sentido más profundo de nuestro trabajo
Cuenta una fábula que hubo un sabio que en una ocasión interpeló sucesivamente a tres hombres que tallaban piedras al borde del camino. Al preguntarles qué era lo que hacían, el primero contestó: “Yo tallo piedras”. El segundo, “Yo gano dinero”. Y el tercero, “Yo construyo un templo para mi Dios”. En realidad, solamente la última respuesta concede al trabajo del hombre todo su sentido.
La moraleja de este cuento resume a la perfección la experiencia que vivimos los participantes en el primer encuentro de pastoral de los centros de la Pureza de María en la República Democrática del Congo, que nos llevó a reflexionar durante tres días en la misión de Kanzenze, ―poblado situado al sur del país―, sobre nuestra vocación laical de educadores.
Allí caímos en la cuenta de que, si nos preguntarnos qué hacemos nosotros en nuestros centros educativos, podríamos responder de distintas maneras. Como los dos primeros personajes del relato, uno puede decir: “Yo doy clase de Biología” o “Yo me gano la vida”. Pero tal vez contestemos en la línea del otro protagonista: “Yo anuncio el Evangelio”. Esta tercera respuesta, como en el cuento de los trabajadores al borde del camino, es aquella que nos permite realizar una conversión de la mirada hacia nuestra labor. El trabajo no es ya una simple ocupación o una profesión; nuestra tarea educativa se convierte así en una misión.
Con este espíritu ―el de redescubrir el sentido más profundo de nuestro quehacer―, nos vimos para conocernos mejor y compartir experiencias en un encuentro que no será el último.
¡Qué gozada ver la Pureza reunida!
Fueron unos días inolvidables y durante uno de ellos nos pusimos de manera especial bajo la mirada de Dios con un retiro en el que profundizamos sobre nuestra vida cristiana unida a la de Jesús.
Dejamos Kanzenze para ir a cada uno de nuestros centros educativos, colegios y hospitales, para vivir el Evangelio en el corazón de Africa, en nuestro hermoso país del Congo, y realizar así la promesa de Dios entre los hombres.
¡Gracias a todos los que hicistéis posible este encuentro! ¡Gracias a todos los que en él participastéis!
Dos profesores amigos
En estos últimos meses, en nuestra misión de Kamina, hemos perdido a dos excelentes profesores y compañeros del Liceo Mahidio, instituto de enseñanza secundaria: Aimée Kasongo Lumbala y Albert Kongolo Ngoy. Os pedimos a todos los lectores de la revista Mater Purissima que los tengáis presentes en vuestra oración. Y damos gracias a Dios por haberlos conocido, por haber sido nuestros amigos y colaboradores en la misión de educar. Aimée, Albert, gracias por la amistad que nos habéis dado.
Este artículo de Elisa Anglés, rp, maestra de novicias en Kamina, se publicó originalmente en la edición nº129 de Mater Purissima (febrero de 2008).
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