Imagen del artículo sobre fomento de la lectura de Carmen Luca de Tena

Leer para aprender y comprender

En la sociedad del conocimiento, aprender a lo largo de toda la vida se ha convertido en una necesidad que ha afectado la forma en la que se entiende en la actualidad la competencia lectora: no basta con ser capaces de comprender literalmente un mensaje, debemos entender la información escrita, utilizarla y reflexionar sobre ella.

En la infancia los niños aprenden a leer y, una vez que dominan los instrumentos lingüísticos de los adultos, se abre ante ellos un nuevo universo, ya que la lectura les va a permitir acceder a la comprensión de su entorno, sociedad y cultura. Desde ese momento, empiezan a acumular conocimientos, habilidades y estrategias que mejorarán su competencia lectora a lo largo de su vida, en función de las situaciones e interacciones sociales en las que participen.

En la escuela, el acceso al conocimiento se va a dar en gran medida a través de la comunicación oral y escrita. Es por tanto importante poseer una buena competencia lectora, dado que es difícil acceder al conocimiento de algo que no entendemos, pues en la base de todo buen aprendizaje se encuentra necesariamente la comprensión.

Por otra parte, los educadores somos más ambiciosos, no sólo deseamos buenos lectores que se conviertan en eficaces aprendices, sino lectores críticos, capaces de enfrentarse a cualquier tipo de información de forma lúcida y ética.

Las complejas sociedades modernas se enfrentan al reto y a la exigencia de conseguir una población altamente alfabetizada. Todo ciudadano, como lector, desempeña un papel activo e interactivo frente los diferentes textos que precisa comprender cada día ―un documento, contrato, convocatoria, formulario, diagrama para montar un mueble o un hipertexto― y de la comprensión exacta de su significado dependen decisiones y acciones que afectan a su vida personal, social, laboral y ciudadana. Sufrir analfabetismo funcional puede llevar a la exclusión del propio sistema. Se requiere por tanto del esfuerzo social compartido de todos los agentes socializadores.

Para fomentar el hábito lector

 

⇒Asume que leer exige esfuerzo. Educadores y padres debemos atender las dificultades que plantea la lectura: se requiere tiempo, soledad, concentración, adquirir habilidades específicas y ejercitarlas para dominarlas. Crear el hábito lector exige empezar  pronto, compartir significados, dedicar tiempo, ser metódicos, pacientes, y rodear de emociones positivas esos aprendizajes. Conocimiento y lenguaje se encuentran estrechamente unidos, por lo que al aumentar la comprensión de nuevos conceptos, al niño le resulta más fácil comprender textos más complejos.

Comprende que el adulto es un mediador. Tutelar como adulto cualquier aprendizaje exige observar al niño para descubrir sus dudas e incertidumbres y ayudarle a resolver sus preguntas. El niño es el auténtico artífice de su aprendizaje. Hay que mimar y cultivar el deseo de saber de los niños, su curiosidad. Cualquier “¿por qué…?” debe ser atendido; no se les debe defraudar. Esto no significa que los padres deban ser sabios capaces de responder cualquier pregunta, se trata de buscar, indagar, aclarar y profundizar juntos cuando algo no se comprende.

Entiende que formar lectores es un aprendizaje social y afectivo. Todo aprendizaje tiene sus raíces en la interacción social y el afecto compartido. La lectura compartida en familia es la base de la formación de los futuros lectores y aumenta el deseo de leer. Cuando los padres viven la lectura como una experiencia gratificante, aumenta la posibilidad de que los niños se interesen por ella.

Comparte la experiencia de leer. Lee a tus hijos mientras son pequeños y acompañado de tus hijos cuando crezcan. Leer cuentos y relatar historias desde pequeños  se puede convertir en una de las actividades más placenteras para padres e hijos. Los pequeños siguen la historia a través de las ilustraciones, enriquecen su vocabulario y comprensión de nuevos conceptos y se despierta el deseo de conocer cientos de cosas sobre el mundo que les rodea. Compartir un relato permite al niño explorar en su propio mundo a la luz de lo que ocurre en los libros, permitiéndole una mejor comprensión de sus emociones.

Crea momentos y lugares adecuados. La tranquilidad y el sosiego incitan a la lectura. Una buena luz, el silencio o una música suave invitan a leer.

Facilita el acceso a los libros. Visita librerías y bibliotecas públicas con tus hijos. Déjales que ojeen los libros, que los seleccionen personalmente. Si les gustan, estará garantizada su lectura. Además, el uso del sistema de préstamo de la biblioteca cercana a tu casa ayudará a tus hijos a ser más responsables en el cuidado de los libros.

Este artículo de la profesora de Carmen Luca de Tena, profesora de Psicología de Desarrollo del CESAG, se publicó originalmente en la edición nº129 de Mater Purissima (febrero 2008)

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