14 Nov La paz es inseparable de la solidaridad
Cuando preguntas a un niño qué es lo contrario de paz, en seguida te responde la palabra «guerra». En parte lleva razón, pero no del todo. Porque la paz no puede ser únicamente ausencia de guerra. Y así lo dicen varios premios Nobel de la paz. Te lo explicaré con un ejemplo: ¿Podemos dormir en paz, vivir en paz, mientras a unos pocos metros en la calle viven y duermen otras personas sin hogar?
Por eso, educar para la paz no es sencillo. Y más que ideas, valores, palabras, se trata de experiencias y de vivencias. Se educa más con el ejemplo que con las palabras. Esto ya lo sabía la Iglesia en 1975 cuando Pablo VI publicó la encíclica Evangelii Nuntiandi. En el número 41 dice: «El hombre contemporáneo escucha más a gusto a los que dan testimonio que a los que enseñan – decíamos recientemente a un grupo de seglares -, o si escuchan a los que enseñan, es porque dan testimonio».
Cuando en la familia no se vive la paz como un estilo de vida de convivencia pacífica y solidaria, de nada sirve que en el colegio se intente transmitir dichos valores. Tampoco sirve de mucho cuando es la familia la que vive de este modo y en el colegio el niño vive ambientes de violencia, insolidaridad y humillación.
Hay edades claves para aprender el ABC de la paz: 1) Que la verdadera fortaleza consiste en saber soportar las dificultades con valentía, no sometiendo a los demás por la fuerza. 2) Que para construir la paz es indispensable que los que se sienten con derecho a atacar den un paso al frente hacia el perdón y la reconciliación. 3) Que saber perdonar es una condición imprescindible para una paz duradera. 4) Que la ira y el odio dañan más a quien lo siente que a quien quiere ser dirigido. 5) Que la vida está llena de cosas buenas y malas, pero en cuáles preferimos fijarnos determina muchas de nuestras acciones.
Una cosa es saber y otra muy distinta vivir. Sabemos demasiado, nos faltan vivencias
Transmitir estas ideas y valores es imposible únicamente con palabras. Incluso los adultos tenemos que verlo concretado en hechos para poder interiorizarlas. Nos ciegan nuestras ideologías e intereses. Una cosa es saber y otra muy distinta es vivir eso que se sabe. Sabemos demasiado, nos faltan vivencias. Pero insisto: la paz no puede ser únicamente ausencia de guerra. La paz siempre se vive en relación con los demás y si los demás carecen de justicia, no hemos logrado construir la paz, por mucho que no exista violencia. La paz camina de la mano de la solidaridad.
No sé si has caído en la cuenta de que Jesús predicaba la paz, el Reino de Dios, la fraternidad universal. Se relacionaba con todo tipo de personas, hasta tal punto que le llegan a llamar «comilón y borracho, amigo de prostitutas y pecadores» (Mateo 11, 19). Sin embargo, su paz no era la de los cementerios. Denunciaba las injusticia, señalaba los abusos de autoridad de los fariseos, les llamaba «serpientes, raza de víboras» (Mateo 23, 33), «hipócritas, sepulcros blanqueados» (lee entero Mateo 23), porque se dedicaban a despellejar a todos los que no eran como ellos o a los que según sus cortas miras se apartaban de la ortodoxia de una religión que se había quedado en la letra muerta, en el cumplimiento vacío. Hace falta mucho discernimiento para no autoengañarnos con el tema de la paz.
Xiskya Valladares. Doctora en Comunicación. Licenciada en Filología Hispánica y Másteres en Periodismo y Dirección de Centros Educativos
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