07 Mar Fe y Alegría: calidad educando
Este 5 de marzo, Fe y Alegría cumple 57 años de fidelidad inquebrantable al pueblo más pobre y esfuerzo sostenido por brindarle una educación de verdadera calidad. Los fundadores de Fe y Alegría tenían muy claro que la educación sólo sería medio de superación y dignificación si era una educación de calidad: “La educación de los pobres no puede ser una pobre o superficial educación; buscamos la mejor educación para los que están en condición peor”, fueron consignas del P. Vélaz que, desde los orígenes, han iluminado los esfuerzos y búsquedas de Fe y Alegría. Lograr calidad educativa en contextos de marginalidad y de pobreza sólo sería posible si la escuela compensaba las desigualdades sociales de origen y brindaba a los alumnos los medios necesarios para garantizar su aprendizaje, medios que los alumnos más privilegiados tenían en sus casas.
De ahí que ya en las primeras escuelas de Fe y Alegría, y a pesar de no contar entonces con ningún apoyo del Estado, empezaron a funcionar comedores escolares, roperos, dispensarios médicos…, y las puertas se abrieron no sólo a los niños y jóvenes, sino a todos los miembros de la comunidad. Durante el día acudían a clases los niños y los jóvenes, y en las noches y fines de semana los adultos, con los que se iniciaron cursos de alfabetización, capacitación laboral, higiene y salud, economía familiar, atención y cuidado de los hijos, y se organizaron cooperativas de ahorro y de consumo.
Las escuelas eran también capillas y, sobre todo, hogares, pues desde el comienzo Fe y Alegría consideró el amor a los alumnos como su principal principio pedagógico. Un amor que debía traducirse en unas relaciones de cercanía, servicio y amistad, y en unas escuelas sencillas pero bonitas y bien cuidadas, donde los alumnos se sintieran a gusto y muy queridos. Por ello, desde sus inicios Fe y Alegría privilegió la formación permanente de sus maestras y maestros, por considerarlos la pieza clave para una educación integral de calidad. Una maestra cariñosa, bien formada, que ama su profesión y ama a todos sus alumnos, es el mejor regalo que le puede tocar a un grupo de niños en la vida. Ella puede ser la diferencia entre un pupitre vacío o un pupitre ocupado, entre un delincuente o un joven honesto y responsable. No en vano Fe y Alegría eligió identificarse con un corazón que tiene en su interior tres niños tomados de la mano, y quiso que la alegría verdadera, como fruto de la fe hecha servicio desinteresado, se trepara a su propio nombre.
Hoy, 57 años después de su nacimiento, Fe y Alegría está presente en 18 países de América Latina, en el más pobre de África, El Chad, donde casi la totalidad de los alumnos son musulmanes, en España y en Italia donde ofrece el bachillerato a los emigrantes ecuatorianos. A pesar de sus éxitos reconocidos internacionalmente, y a pesar de que inexplicablemente, sus trabajadores en Venezuela todavía no disfrutan de los mismos beneficios que sus colegas de la educación oficial, Fe y Alegría sigue trabajando con renovados bríos por garantizar a todos sus alumnos una educación de verdadera calidad. Ello le obliga a reconocer con humildad que necesita evaluar y mejorar permanentemente sus prácticas. La complacencia es el peor enemigo del cambio y la mejora. La calidad implica crítica y autocrítica permanentes, tanto individual como colectiva, que permita descubrir las causas esenciales de las carencias y problemas y vaya iluminando el qué hacer y cómo hacer para irlas superando. Por eso, Fe y Alegría concibe la calidad como apuesta y como reto de todos sus miembros, como tarea siempre presente e inacabada, exigida por la propia identidad de Movimiento de Educación Popular, empeñada en brindar la mejor educación posible a los más pobres y necesitados.
Para Fe y Alegría, la educación es de calidad si forma auténticas personas y ciudadanos productivos y solidarios, con capacidad de insertarse activamente en el mundo del trabajo y de la producción, y realmente comprometidos con el bien común. Educación que permite a todos, sin excepción, el desarrollo de sus talentos y capacidades creativas, de modo que cada individuo pueda responsabilizarse de sí mismo y alcanzar su plenitud. Educación que despierte el gusto por aprender, por superarse permanentemente, que fomente la creatividad, la libertad y el amor. Educación que enseñe a vivir y a convivir, a defender la vida, a dar la vida para que todos podamos vivir con dignidad y en fraternidad. ¡Felicitaciones a todo el personal de Fe y Alegría y los deseos de que, por fin, el Estado les haga justicia!
(*) Antonio Pérez Esclarín es pedagogo, filósofo, educador y formador de formadores. En la actualidad dirige el Cento de Formación e Investigación P. Joaquín, coordina el Proyecto de Formación de Educadores Populares de la Federación Internacional de Fe y Alegría y es profesor investigador del CEPAP de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez de Caracas
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