04 Dic Mis niñas del Puerto
Cuando los canarios nos vamos de nuestra tierra por largo tiempo, echamos de menos nuestra brisa marina, nuestro clima cálido, nuestro carácter pausado, que nos digan “mi niña” por la calle o que nos dé un abrazo nuestra familia y nuestros amigos. Eso es lo que me ha pasado a mí, tinerfeña afincada en Madrid desde hace 27 años, educada en la Pureza de María de Santa Cruz, igual que mis tres hermanas mayores y que gracias a la educación recibida, pude acceder a estudios superiores con facilidad.
Siempre me consideré una privilegiada por la educación que tuve en todos los sentidos, no solo por mi familia sino la recibida en el colegio de la Pureza. Sigo recordando momentos, canciones, compañeras, profesores, religiosas y las metodologías que se aplicaron en mi enseñanza, las cuales puedo comparar con las actuales, ya que llevo toda mi vida dedicándome a ser profesora, mi gran pasión.
Esa pasión por la enseñanza empecé a cultivarla con mi primer trabajo: profesora de inglés en la Pureza de los Realejos. Siendo yo una jovencita de 23 años a la que le temblaban las piernas cuando se hacia ese silencio de las alumnas frente a “la nueva”, las cuales me miraban de arriba abajo. ¿Cómo llegué a la Pureza de los Realejos? Pues porque me imagino que nuestras queridas religiosas nos siguen el rastro universitario para ofrecernos la oportunidad de trabajar con ellas en sus colegios cuando terminamos nuestras carreras. Pues esa fue mi gran suerte y la que me ha motivado a escribir en Mater Purísima a mis 61 años.
En los años que estuve trabajando en la Pureza de los Realejos, tuve grandes compañeros y compañeras con los que compartí mucho, porque, en ese colegio, debido a su ubicación, organización y forma de vivir…se comparte todo. En esos años, llegaron a mis manos un grupo de niñas a las que todas temían por su carácter inquieto y me advertían que me preparara cuando llegaran a BUP. Y llegaron. Y me encantaron. Y las disfruté. Y les enseñé. Y me enseñaron. Y nos reímos juntas. Y me enfadé. Y me respetaron. Y convivimos. Y las quise.
Pero mi vida personal cambió y me fui del colegio sin tener fuerzas para despedirme de ellas. Años más tarde, me fui a Madrid por motivos profesionales…y el contacto se fue difuminando a pesar de haberme llevado un álbum de fotos de ellas en excursiones organizadas por el colegio.
La vida quiso que nos volviéramos a encontrar de nuevo por coincidencias de la fortuna y porque tal vez nos lo merecíamos. Nos volvimos a ver, mis niñas ya cincuentonas, entre abrazos, lágrimas y risas, institucionalizando la visita a Madrid anualmente antes de Navidad. Visita que esperamos todos los años con ilusión un grupo de mujeres luchadoras, que comparten alegrías, tristezas, anécdotas, desahogos, charlas sobre sus familias y sus profesiones, risas y convivencia que nos recuerdan a las que hacíamos cuando eran niñas.
Ellas me recuerdan mi pasado, mi presente, me traen esa brisa marina canaria, su carácter pausado (no todas), esos abrazos cargados de amistad y cariño, su alegría y sus risas … todo propiciado por el encuentro de dos colegios maravillosos, la Pureza de los Realejos y la de Santa Cruz, los cuales cumplieron con sus objetivos de educación, convivencia y educación.
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