30 Mar Una perla del tesoro que nos legó Madre Alberta
Me piden que escriba algo sobre el legado de Madre Alberta en esta celebración del centenario de su muerte. La Madre nos dejó un gran tesoro como herencia… hoy voy a escoger “una perla” de ese tesoro, un fragmento de una poesía suya para compartirla con vosotros.
Madre Alberta amaba las letras, le gustaba escribir poesía porque encontraba en ella un modo privilegiado para expresar sus sentimientos y emociones. Escribía poesías para las fiestas, para felicitar a las religiosas, familiares y amigos en el día de su santo, cumpleaños, en los votos, o en alguna otra celebración; las escribía también para agradecer y, cómo no, para expresar su pena.
En esta ocasión os comparto un fragmento de un romance que escribió como respuesta a otro que recibió de una exalumna que quiso felicitarla por su cumpleaños. El fragmento dice así:
Al bien dirige tus pasos, Y aunque huelles en tu senda abrojos que te lastimen, no detengas tu carrera; no vuelvas atrás la vista a mirar lo que allí dejas; Siempre adelante, adelante, caminando hacia la meta de cifrar la dicha propia labrando la dicha ajena; Siendo el consuelo de todos aquellos que te rodean tejiendo así tu corona inmarcesible y eterna
(Romance que M. Alberta dedicó en 1911 a la exalumna Leonor Bosch y Sansó en respuesta al suyo)
NOS LEGÓ
Una brújula: “al bien dirige tus pasos”
Parece algo simple y obvio, pero puede ser que necesitemos en esta sociedad en continuo cambio, evolucionando o involucionando en algunos aspectos a marcha forzada… recordar este sencillo criterio para discernir y actuar: buscar el bien.
El bien de uno mismo y el de los demás… el de todos; el bien que, en cristiano, tiene que ver con el Proyecto de Dios, con lo que Dios sueña para nosotros, con su voluntad, que no es otra sino que lleguemos a nuestra plenitud; que seamos felices.
No se trata del beneficio entendido desde un punto de vista utilitarista… El bien al que se refiere M. Alberta, nos conduce al Bien con mayúscula, que es Dios.
Madre Alberta vivió en búsqueda constante de la voluntad de Dios y, una vez discernía las mediaciones y entendía qué era lo que Dios le pedía, pasaba a la acción y se comprometía hasta el fondo.
A nosotros nos pasa a veces que pensamos que la voluntad de Dios “compite” con la nuestra o nos quita libertad… pero no es así, al contrario, cuando entendemos la libertad como “hacer lo que nos apetece en cada momento”, acabamos siendo “esclavos” de muchas cosas y sobre todo… esclavos de nosotros mismos y, a la larga, sentimos un gran vacío.
La libertad que nos propone Jesús y que entendió bien M. Alberta, nos impulsa a escoger el bien y a amar.
Un propósito que da sentido a la vida
“Caminando hacia la meta/ de cifrar la dicha propia/ labrando la dicha ajena;/siendo el consuelo de todos/aquellos que te rodean”
El Papa Francisco también nos recuerda constantemente lo importante que es redescubrir nuestra dimensión comunitaria, no podemos vivir de modo individualista. La Madre lo sabía, la felicidad tiene una dimensión comunitaria porque somos seres sociales, de ahí el sentido de “cifrar la dicha propia labrando la dicha ajena”.
Vivimos a veces la felicidad propia en contraposición a la ajena, como si fueran excluyentes, como si para ser yo más feliz, tuviera que serlo a costa de la felicidad del otro y al revés. Quizás es que tras ese pensamiento lo que hay es una concepción de felicidad muy superficial.
La felicidad, entendida desde el Evangelio, viene del Amor y el amor verdadero nos lleva a desear y buscar el bien del otro. Como dice la Gaudium et spes “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” (GS, 1).
La felicidad del otro encuentra eco en nuestro corazón. Si la compartimos, si somos capaces de alegrarnos con la alegría del otro, eso suma, no resta y nos hace a todos más felices.
Las penas de los demás también encuentran eco en nuestro corazón, por eso qué bonita la misión de ser consuelo para todos los que nos rodean, aliviar sus penas, hacer que, aunque sea solo por compartirlas, por escucharlas, se dividan y se conviertan en penas más livianas de llevar.
¿Cómo sería nuestra sociedad si todos tuviéramos ese propósito en nuestra vida? Cifrar la dicha propia labrando la dicha ajena y ser consuelo de todos aquellos que nos rodean.
La capacidad de la resiliencia y la virtud de la esperanza
“Y aunque huelles (pises) en tu senda/ abrojos que te lastimen/ no detengas tu carrera/ no vuelvas atrás la vista/ a mirar lo que allí dejas/ Siempre adelante, adelante…”
Madre Alberta experimentó en su vida en muchas ocasiones el dolor. Encontró en su camino “abrojos” que la lastimaron; lo podemos reconocer en su historia… pero supo adaptarse en cada golpe de la vida que perturbó su paz y pudo volver a su estado de equilibrio, sin que esos sufrimientos la bloquearan, paralizaran su vida o le robaran la fe, la esperanza y la capacidad de seguir amando.
Este legado fue importante ayer, es fundamental hoy y lo será también mañana, porque el sufrimiento es parte de la vida humana, y tarde o temprano todos vamos a experimentarlo.
No quedarnos atrapados en el pasado doloroso, sin poder seguir caminando; mirar hacia el futuro y seguir siempre adelante, saliendo de nosotros mismos hacia los demás, es una dinámica muy sana.
El Papa Francisco continuamente nos está llamando a salir de la autorreferencialidad al encuentro de los demás, porque nuestra verdadera esencia está en la relación. Nos invita a salir de nosotros mismos para entregarnos a los demás.
Aquí tenemos una pequeña muestra de este gran legado de Madre Alberta, que sigue siendo actual y lo será siempre porque hunde sus raíces en el Evangelio que ilumina la esencia del ser humano.
Gracias, Madre Alberta, por comunicarte desde el interior con las personas. Gracias por dedicar tiempo a los demás, conectando con las necesidades de los que te rodeaban, respondiendo a lo que te pedían con gran delicadeza y desde la fe. En ti encontramos inspiración para tomar las decisiones que nos ayudarán a mejorar la parte del mundo en la que nos toca vivir.
Elisa Anglés es superiora general de Pureza de María
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