26 Abr ‘Death Stranding’: los lazos que nos unen

En tiempos de aislamiento, conviene recordar las estructuras invisibles que nos unen. Hideo Kojima, el veterano diseñador de Death Stranding, explicó en su momento que su último juego era una respuesta a los movimientos excluyentes como el Brexit o Donald Trump, pero la pandemia del coronavirus le ha dado un nuevo nivel de lectura y ha literalizado sus temas: controlamos a Sam Porter, un porteador que recorre una América devastada por un cataclismo haciendo entregas a búnkers y ciudades aisladas. El contacto humano es peligroso y estar en el exterior implica enormes riesgos; por ello, el objetivo de Sam no es sólo hacer entregas sino conectar cada localización remota a la que accedemos a la red quiral, una suerte de internet metafísica mediante la cual los conectados pueden comunicarse, compartir información e incluso imprimir materiales en tres dimensiones
Death Stranding es un juego raro. Una superproducción intimista, un espectáculo visual que se juega a ritmo lento y contemplativo y evita en la medida de lo posible los momentos de acción para cambiarlos por largas caminatas, una historia de ciencia ficción apocalíptica que apuesta por la reconstrucción y la reconciliación. “Make us whole again”, le piden a Sam una y otra vez. Reconéctanos, recuérdanos por qué nos necesitamos. Para subrayar este tema, cada vez que conectamos una zona del mapa a la red quiral nuestra consola se conecta a la internet real y podemos compartir material y construcciones (escaleras, puentes, carreteras) con otros jugadores, ayudándonos a distancia. Qué bella reivindicación de las infraestructuras y del apoyo mutuo.
Título: ‘Death Stranding’. Diseñador: Hideo Kojima. Desarrollador: Kojima Productions. Plataformas: PlayStation 4, Microsoft Windows. Año: 2019. Género: Acción y exploración.
Autor: Víctor Navarro es profesor del CESAG y Doctor en Videojuegos. Artículo publicado en la edición número 167 de Mater Purissima.
Sorry, the comment form is closed at this time.