15 Jun Irene Mbuyu: La colaboración familia-escuela, un ideal aún lejano en África
Foto: Annie Spratt de Unsplash
La colaboración familia-escuela en el contexto de los centros del Congo y Camerún sigue siendo un ideal. Aunque los respectivos Ministerios de Educación promuevan la coeducación entendida como estrecha cooperación entre familia y escuela en el proceso de aprendizaje, la participación de los padres sigue suponiendo un desafío considerable.
La variable más importante que dificulta esa colaboración es el contexto sociocultural y económico de las familias. A modo de ejemplo, en colegios con alumnos en régimen de internado, muchas veces no existe contacto con la mayorías de familias hasta final de curso. Le toca a la dirección del colegio atender cualquier problema o imprevisto que se pueda presentar. Asimismo, la brecha de nivel educativo entre los padres y docentes, especialmente en zonas rurales como Kafakumba y Ngovayang, es otro aspecto significativo que dificulta la participación e implicación de las familias en la vida escolar.
En general, podemos distinguir dos tipos de padres: los que proceden de entornos sociales más desfavorecidos, que podríamos clasificar como de ausentes crónicos; y los que proceden de la minoría de las clases medias y altas; una minoría que, en ocasiones, puede ser intervencionista. Los primeros tienen mayor tendencia a evitar todo contacto con el centro educativo, por motivos económicos. A menudo, se convoca a esas familias en situaciones de emergencia relacionadas con dificultades de aprendizaje, comportamiento o ausencias prolongadas de la escuela de sus hijos. En ese último caso, los padres suelen sentirse culpables, porque obligan a los niños a trabajar, una vez que han salido de la escuela, para colaborar en el sustento de la familia. La distancia y la dificultad en las comunicaciones contribuye a la ausencia total de los padres en muchas fases de la educación de sus hijos, más aún si pasan el curso en un internado.
El hecho de que muchos padres sean analfabetos o solo dispongan de estudios básicos favorece que no se sientan cómodos en el colegio, y se sientan incapaces de charlar con los docentes en condiciones de igualdad: prefieren delegar su responsabilidad en los representantes de las asociaciones de padres.
Los padres de nivel sociocultural más alto muestran más interés en el aprendizaje de sus hijos y colaboran con más facilidad. Sin embargo, algunos de ellos pueden hacerse demasiado presentes en la escuela, hasta el punto de volverse invasivos, aprovechando la influencia que tienen sobre el resto de la familias, llegando a ejercer una presión constante sobre el colegio. En algún caso, intentando forzar a los profesores a cumplir con sus deseos, mucho más allá de cualquier intención pedagógica sana.
Los representantes de las asociaciones de padres sirven de puente entre las familias y el colegio y son un agente necesario y bueno para conseguir una mejor educación para sus hijos: son utilísimos para hacer llegar mejor cuáles son los objetivos de la escuela e impulsar una escuela bien integrada en la comunidad. Por el contrario, si la relación entre familia y escuela, en vez de ser de colaboración, se centra en una pelea por ver quién manda más, el resultado es un seguro fracaso en la educación de los niños. Las víctimas son siempre ellos.
Para que la colaboración familia-escuela en África sea efectiva, es urgente reducir la brecha entre docentes y padres a todos los niveles. Para poder ayudar a sus hijos, también hay que trabajar con las familias y contribuir a su educación: luchar contra el analfabetismo adulto, por ejemplo, reduce el abandono escolar prematuro en sus hijos. Es importante crear espacios para la educación de padres; no se trata de enseñarles cómo deben criar a sus hijos, sino hacerles ver su rol imprescindible en la educación integral de sus vástagos.
IRENE MBUYU, rp, es diplomada en CC. Religiosas y Magisterio.
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