25 Nov Info-obesos, pero desinformados
Cada dos años, el caudal de la información disponible en redes se duplica, según un estudio de la consultora IDC de 2011. Anualmente se publican más de 2 millones de libros. Las consultas diarias en la gran biblioteca mundial que es Google se cuentan ya por miles de millones (5.740 millones en 2014). Otra cosa es que el acceso a lo que realmente se precisa o desea sea sencillo, o nuestra capacidad para convertirlo en algo más: en conocimiento.
La creciente incapacidad de procesar y gestionar el alud de información en que vivimos ha comenzado a recibir nombres: infoxicación, sobrecarga informativa, info-obesidad. Y es una realidad con profundas implicaciones, tanto a nivel educativo como comunicativo y económico. Recibir demasiada información llega a paralizar, generando ansiedad y estrés. Se llega a perder la noción de lo necesario y de lo importante. Y no toda la información es veraz, ni toda tiene el mismo valor.
«Asociamos más información a más libertad, pero lo cierto es que la abundancia de información es más perjudicial que beneficiosa. En exceso, es asfixiante, resulta difícil de procesar», expresa Jorge Franganillo, profesor de la Facultad de Biblioteconomía y Documentación de la Universidad de Barcelona.
EL EXCESO DE INFORMACIÓN PARALIZA Y ATURDE
«La información es un recurso valioso, aunque el valor no le es intrínseco. Es muy abundante y nos conviene organizarla, porque gestionar información es la manera más tangible de gestionar otros recursos (tiempo, atención, conocimiento, dinero) que sí son intrínsicamente valiosos». Apostilla que «vivimos inundados de información, pero carentes de la que realmente nos permitiría realmente controlar nuestra vida. Por lo tanto, no necesitamos disponer de mucha, sino de aquella verdaderamente relevante, en el momento oportuno».
José Luis Dader, catedrático de Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid, resalta que aunque exista gran abundancia de contenidos, «la información vital, realmente pertinente, no es fácil de encontrar». Cita dos ejemplos muy cercanos: «la oferta de trabajo o cómo solicitar una beca. Puedes hallar la información, pero muchas veces, lo que realmente precisas se halla en un tercer o cuarto nivel. Más información requiere más pericia, ser muy selectivo» y ganar capacidad de análisis, lo que requiere tanto «conocimientos técnicos como de procedimientos, códigos y rutinas» de las organizaciones que facilitan la información.
Este catedrático, investigador en ámbitos de comunicación política y de periodismo de precisión y de datos, señala que «en la era del big data», las reglas de comportamiento entre emisor y receptor se modifican. Con una gran abundancia de información, pero de calidad muy diversa, «el receptor tiene que saber a qué se expone». No basta con informarse, también hay que ganar capacidad de análisis, «que sólo tienes si sabes mucho del tema o eres guiado por alguien. Desde el punto de vista del emisor: no basta sólo con poner la información, sino que hay que presentarla de manera amigable».
Pere Marquès, responsable del grupo de investigación de Didáctica y Multimedia de la Universitat Autònoma de Barcelona (UAB) y doctor en Ciencias de la Educación, opina que la abundancia de información no es un problema «sino una bendición, porque hace desaparecer muchas limitaciones que antes existían» para los educadores y les da acceso a una mayor cantidad de recursos, pero la extensión de las Tecnologías de la Información y la Comunación (TIC) modifican el panorama «y obligan a la escuela a cambiar. Combatir la infoxicación implica saber seleccionar la información en función de tus necesidades. Para poder elegir, tienes que desarrollar criterio, porque de lo contrario, por comodidad, te quedarás con lo primero que encuentres. No damos al estudiante la formación que necesita, porque, para comenzar, los propios profesores no estamos entrenados en esta competencia digital» y es preciso replantear de forma seria la formación del profesorado en este ámbito.
Asignatura y fomentar habilidades cognitivas
Marqués asevera que muchas veces, la formación en esta competencia digital adquiere un carácter transversal en los currículums escolares, que no es suficiente ni efectiva. «Igual que existe una asignatura de conocimiento del medio natural, debería haber espacio para una asignatura de conocimiento del medio digital. Es una verdad a medias que los adolescentes sepan mucho de tecnología. Ocupan su tiempo de ocio con ella, saben perfectamente cómo descargarse aplicaciones y es un espacio de relación entre ellos (con las redes sociales). ¿Pero saben realizar una selección inteligente de la información? No, porque no han necesitado hacerlo. Eso se tiene que enseñar. Y no basta con saber buscar y seleccionar información. Hay algo todavía más importante: el desarrollo de las capacidades cognitivas del alumno: aprender a comparar, a evitar las trampas como las sinécdoques (identificar una parte con todo). También hay que fomentar buenos usos y actitudes en su presencia en redes: no hay que avergonzar al otro».
La era de la información, desde un punto de vista didáctico, plantea muchos retos, que pueden ser resueltos con innovación, formación y creatividad: «Un problema para muchos docentes son los trabajos copiados desde Internet. Hay formas de sortearlo para: plantea formas de trabajar para las que copiar no es suficiente. Organiza trabajos en grupo, impide exposiciones que se limiten a leer, haz que el alumno tenga que explicar conceptos que demuestren que lo ha entendido».
«INFORMAR BIEN NO ES SÓLO AGREGAR CONTENIDOS»
Para Marquès, «hay que fomentar un buen uso de la tecnología. La tecnología no sirve para todo, si no se usa en el momento o con el instrumento adecuado. Y el objetivo detrás de todo es claro: la mejora de la educación. Introducirla en el aula implica que hay que cambiar metodologías y formas de trabajar, generar un cambio de actitudes en el profesor, la innovación. Si éste es el objetivo, la mejor forma de provocarlo es una formación presencial. Y si es posible, en el propio centro, enfocada a la resolución de necesidades y problemas en la clase». La formación on-line, en cambio, «es más adecuada «cuando ya existe interés en un tema y quieres saber más».
Autodidactas o con ayuda de expertos
José Luis Dader alerta ante «el error de que como todos tenemos acceso a la información, podemos ser autodidactas en su manejo. Ser un autodidacta en un primer nivel está muy bien, pero necesitas la ayuda de expertos. En el manejo de big data, hay empresas que lo están haciendo muy bien, pero resuelven el tema sólo para ellos. ¿Y al ciudadano de a pie, quén le ayuda?». Reivindica la función social del periodismo «de cohesión social, de análisis y de síntesis. Lo que ocurre ahora es que llegar a este ejercicio de síntesis es mucho más difícil de conseguir por esta sobreabundancia de información». Alerta José Luis Dader de plantear esta síntesis, a la hora de difundir las noticias como «mera agregación o acumulación de contenidos. Quedarse en eso, más que informar, despista» y cita como ejemplo hacer noticias como una simple recopilación de opiniones en redes sociales.
«ADQUIRIR CRITERIO Y CAPACIDAD DE ANÁLISIS ES BÁSICO»
«Necesitamos ahora mucha más especialización para hacer esta síntesis. Paradójicamente, nuestra sociedad estaría huérfana sin buenos medios generalistas. En el perfil del nuevo comunicador cobra importancia la capacidad de tener estrategias de búsqueda, y analizar, buscar y relacionar datos», aunque no sean buenos momentos para el sector, por la precariedad laboral en medios, que dificulta llevar a cabo este trabajo. En comunicación se habla de periodismo de datos. En el mundo del empresa, de gestión y explotación de ellos.
Este profesor plantea que «la información se puede usar en niveles muy diferentes. Una cosa es el ocio, otra el acceso a la información administrativa y política, que puede ser enrevesada» y cuestiones como el propio formato en que presentas la información cobran importancia: «que la información sea fácilmente exportable entre formatos facilita su análisis. Sólo un PDF no basta. Una buena aplicación de las leyes de transparencia debe tener en cuenta estos aspectos».
El profesor de la Universitat de Barcelona Jorge Franganillo destaca que «cuando buscamos soluciones es fácil pensar en la tecnología. Y es cierto que la tecnología nos ayuda a ser más productivos, pero ni siquiera los sistemas más sofisticados pueden combatir el exceso de información. La información continuará creciendo con más rapidez que nuestra capacidad de gestionarla». Ante ello, propone «establecer prioridades. Hemos de acotar qué temas nos interesan, centrar la atención en pocas áreas. Para mantenernos al día hemos de establecer unas líneas de interés bastante específicas. Además, hemos de conocer bien las fuentes». Alerta de que la sobreinformación puede utilizarse «como mecanismo de censura, porque ayuda a ocultar información que resulta incómoda. En democracia, la censura funciona por asfixia: se ofrece tanta información que se pierde la noción de lo necesario e importante. Emitir un caudal incesante de informaciones e interpretaciones diversas bloquea la capacidad crítica de los destinatarios».
Atención a la autopropaganda
Igualmente, Franganillo advierte de que la sobreinformación nos lleva «a ejercer lo que el activista digital Eli Pariser llama como ‘autopropaganda’. Según la teoría del refuerzo, muchas personas tienden a consumir contenidos que, más que información nueva, refuerzan su ideología y sus puntos de vista, porque quieren autoafirmarse. Los editores de noticias lo saben y han adaptado los medios digitales en consecuencia. Así, potencian la personalización y adecúan la oferta informativa a los gustos y preferencias que cada persona manifiesta tener. Pero con ello, filtran el acceso a otros contenidos también relevantes. El problema subyacente es que, sin saberlo, somos víctimas de un filtro invisible que nos oculta informaciones que podrían ampliar nuestra visión del mundo».
El deterioro de la capacidad de concentración: de sociedad del conocimiento a de contenidos
Franganillo alerta que en la sociedad actual, en la que queremos «atender al mismo tiempo web, redes sociales y mensajería instantánea, se deteriora nuestra capacidad de concentranos en la lectura de textos largos. Cuando encendemos el ordenador o el teléfono móvil nos llegan impulsos por todas partes. Esta actidud de saltar de un sitio a otro, de leer (constantemente) mensajes brevísimos lanzados sin pausa, tiene una capacidad de distracción enorme y aboca al pensamiento superficial. Internet fomenta la multitarea, pero dificulta la concentración, hasta el punto que, para muchas personas, leer artículos largos se ha vuelto una tarea demasiado ardua, con lo cual la tan cacareada sociedad del conocimiento queda rebajada a sociedad de los contenidos». Hace referencia a un estudio reciente del Real Instituto de Tecnología de Estocolomo que afirma que la memoria a corto plazo, nuestra memoria de trabajo, se ve inhibida por una exposición a demasiados impulsos (como los de redes de mensajería), por no dar al cerebro los descansos que precisa para consolidar la información que asimilamos.
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