07 Nov Construir salidas
«Quien tiene un porqué para vivir puede soportar casi cualquier cómo», decía el filósofo alemán Nietzsche. Ésa es una de las claves para vivir y, en ocasiones, sobrevivir. Muchas veces, la vida no se asemeja a una autopista, sino a un camino con sus curvas y baches. Una enfermedad grave, el divorcio de nuestros padres, vivir en un entorno hostil, sufrir maltrato, la muerte de algún ser querido…Problemas y dificultades surgen…no desaparecen por arte de magia aunque lo deseemos con todas nuestras fuerzas y… ¿cómo afrontarlos? Con los mismos condicionantes, unos hallan recursos para salir adelante, otros se quedan en el camino. La diferencia: la resiliencia, la capacidad para sobreponerse a situaciones adversas y al dolor emocional. Una capacidad que no es innata, ni tampoco estática, permanente. Y que cada uno construye en función de sí mismo y de su contexto. Fomentarla, todo un reto, donde la educación también tiene cosas a decir.
«Los niños también sufren y se deprimen. No sólo nos debería preocupar de ellos el rendimiento académico. La escuela debe aspirar a un desarrollo integral de la persona, y lograr un sano desarrollo socioemocional debería ser una prioridad en este enfoque», relata el doctor en Psicología Evolutiva y profesor de la Universidad del País Vasco (UPV) Juan de Dios Uriarte, quien resalta, en declaraciones a Mater Purissima, que «la escuela incide en el comportamiento de los niños. Fomentar la resiliencia no es convertir a nadie en superhombre, tampoco hacerlo insensible o construir una coraza que le proteja de los demás. Sólo que a pesar de los problemas, es posible vivir en armonía consigo mismo y con los demás, disfrutar de una vida normal».
Victoria Muñoz Garrido, doctora en Pedagogía, profesora de facultad de Educación de la Universidad Complutense de Madrid y directora del Aula de Pedagogía Hospitalaria del Hospital Gregorio Marañón de Madrid, destaca que «no se puede ser resiliente en solitario. Cuando surgen las adversidades, cuando llegan los malos momentos, al pasarlos siempre descubres que ha habido alguien. Alguien que te ayudó, que se fijó en ti, o que simplemente, escuchó. Necesitamos a ese otro».
Disponer de unas relaciones interpersonales constructivas, tener apoyo social, es uno de los factores relevantes en la generación de resiliencia. «Contar solo con uno mismo hace más difícil enfrentar situaciones difíciles», manifiesta Isabella Meneghel, doctora en Psicología por la Universitat Jaume I de Castelló. Igualmente, las estrategias con las que afrontamos las situaciones (coping en el vocabulario técnico de la psicología) son importantes.
Cimientos
Existen estrategias de afrontamiento activas, centradas en el problema, que implican una búsqueda consciente y deliberada de una solución, recomponiendo el equilibrio mediante vías como la búsqueda de apoyos sociales, el hallazgo de alternativas o la confrontación directa. En general, constituyen unas vías más adaptativas, basadas en la reflexión y en un afrontamiento activo y positivo de las situaciones.
También existen otras vías de afrontamiento, más pasivas, para afrontar estas situaciones, que se centran en las emociones, y lograr, por diferentes vías, el control de las consecuencias emocionales que se derivan de una situación que genera estrés. Respuestas como el autocontrol, el distanciamiento, el escape o la evitación son opciones habituales en estos casos. Es evidente que las estrategias de afrontamiento activas colaboran más en la fundamentación de comportamientos resilientes.
Meneghel, por último, manifiesta que es importante disponer de capacidades como, «el sentido del humor, que ayuda a reinterpretar la realidad y a quitarle dramatismo a las cosas. La alternativa que tienes es la de centrarse sólo en las emociones negativas, pero no es útil. No puedes cambiar tu enfermedad, por ejemplo, pero sí tu reacción frente a ella. Una visión más positiva de las cosas permite encarar mejor los problemas. Conviene un optimismo realista, de tono positivo, que no niegue la realidad, pero que te incentive a cambiar y adaptarte a cada situación. Las dificultades nos quitan algo, pero también nos pueden hacer crecer. Enfrentarse y superar una situación compleja implica salir fortalecido, contar con más recursos para continuar el camino».
En la educación, «la resiliencia debe partir de unos cimientos básicos, que son la aceptación incondicional de la persona. Trabajas desde el presente, buscando los recursos y capacidades de cada uno. Todos contamos con virtudes, aficiones, gustos, preferencias personales, y a partir de ahí se puede construir, incluso trabajar currículum educativo», agrega Victoria Muñoz, que profundizó en su tesis doctoral de 2013 sobre Pedagogía hospitalaria y resiliencia. En su opinión, fomentar la resiliencia en el aula supone una herramienta útil tanto para la prevención como para la intervención en contextos de riesgo. «No es una capacidad innata, se puede aprender, y dota de herramientas para enfrentarse mejor a la vida», implica fijarse más «en lo que posees, que en lo que careces».
Uriarte destaca que «el profesor debe aceptar a todos. Me caigan bien o no, arrinconando afinidades y antipatías. Todos los alumnos tienen derecho a ser respetados, todos son valiosos. Incluso el más conflictivo.
Aceptarles tal como son, y reconocerles sus cualidades, implica modificar la mirada. Los niños cambian cuando varía nuestra visión sobre ellos. Hay que aprender a observar las pequeñas cosas, a detectar y apreciar los pequeños cambios. El alumno que ve que se le reconoce algo bueno cambia su estilo de comunicación. De lo contrario, se entra en un círculo vicioso» de desconfianza, críticas y enfrentamientos. Uriarte apostilla que hay que incentivar la autoestima en los estudiantes, «la visión optimista, la convicción de que yo también puedo mejorar», a pesar de los problemas.
Convicción muy diferente de la sobreprotección y de no poner límites. «Hay que huir de la protección excesiva. Cuando se produce, crecen niños que son incapaces de aguantar la frustración cuando algo no sale como quiere. No hay educación sin límites. La teoría de las inteligencias múltiples nos ha mostrado que no existe una única forma de inteligencia. Tampoco de enseñar. Se puede hacer desde múltiples puntos de vista. Y la educación la hacen las personas, no las herramientas».
Por eso, Uriarte reclama una mayor formación del profesorado en estos temas, «porque el maestro es una figura con un significado especial. Después de los padres, es la figura más importante para los niños. Un educador tiene mucha más influencia de la que imagina, pero menos de lo que imaginan» (los otros).
Meneghel agrega que «en situaciones críticas, los profesores pueden ser modelos a seguir. Constituyen una figura de referencia, lo que hace que su papel sea aún más relevante», por lo que deben estar preparados, «no sólo para transmitir conocimientos y generar competencias, sino también para trabajar el desarrollo de las habilidades socioemocionales de los alumnos. En esta cuestión, el trabajo de familia y escuela son complementarios».
Apoyos
En opinión de Meneghel, integrante del grupo de investigación Wont (Work and Organizational Network) de la Universitat Jaume I, «en las escuelas existen también problemas y situaciones de conflicto. Entre alumnos y entre profesores y alumnos. Ahí también se puede enseñar a cómo afrontarlos y a cómo buscar soluciones de manera activa. Es un tema a enfrentar con el ejemplo, es muy difícil hacerlo basándose sólo en la teoría. Enseñar cómo podemos conseguir que las adversidades no nos hagan sentir tan mal. No se trata de soluciones mágicas, sino de analizar cuáles son las mejores formas de afrontar los problemas. La base es que no
podemos afrontarlos si negamos su existencia».
La promoción de la resiliencia en la educación implica trabajar desde muchos y diferentes puntos de vista. Desde la prevención y limitación de riesgos para los niños, pero también en fomentar el conocimiento de la realidad, para que entiendan qué les ocurre, y desarrollar su sentido crítico, además de su independencia y autonomía.
El bienestar del niño, «no es un efecto de la casualidad o la suerte», describe esta pedagoga en el artículo Educar para la resiliencia de la Revista Complutense de Educación junto a Francisco de Pedro Sotelo. «La resiliencia está por construirse, para ser inventada por cada uno, en función de sí mismo y de su contexto. Es un proceso complejo que hace probablemente intervenir a la voluntad, y a la inteligencia emocional. Así, la resiliencia nos hace olvidar los determinismos de la genética o el medio, para abrir el campo a la creatividad y la libertad. Somos los adultos quienes debemos disponer alrededor del niño las guías de desarrollo que les permitirán tejer su resiliencia».
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