05 Nov Familia: base para educar
Qué acaba influyendo más en la educación de los hijos? Padres y docentes están de acuerdo: la familia. Y es curioso comprobar la escasa importancia que otorgan educadores y progenitores a la propia institución educativa como factor de influencia. Según la encuesta de 2009 en Madrid de los sociólogos Víctor Pérez-Díaz y Juan Carlos Rodríguez La experiencia de los docentes vista por ellos mismos, los padres consideran la familia como principal influencia en un 73%, mientras que la escuela sólo es percibida como tal en un 7% de las respuestas. Para los docentes, la familia suponía la primera influencia (50%); la escuela, un 3%. Más diferencias existen, en cambio, en las percepciones de cómo influyen amigos, compañeros y medios de comunicación, factores de mucha mayor importancia para los profesionales de la educación que para los progenitores.
«La familia educa y la escuela enseña, ayuda, pero los principales patrones son los que se obtienen en casa. El inicio del interés por lo social depende de cómo se establece este vínculo con la familia», interpreta Marisa Vázquez, responsable del departamento de Orientación de Pureza de María Sant Cugat y de la Escuela de Padres de este mismo colegio, además de diplomada en Magisterio y licenciada en Psicología.
De esta manera, aspectos como las características sociales, educativas, genéticas, culturales y económicas de las familias, así como la implicación más directa de los progenitores en la educación de sus hijos aparecen como factores importantes en el rendimiento académico. Para el sociólogo Jordi Garreta, profesor en la Universitat de Lleida, el análisis de la conexión y cooperación [pullquote]Hábitos sencillos como leer con los hijos mejoran los resultados[/pullquote]entre familia y escuela «es una tendencia bastante nueva. La experiencia nos muestra que existen beneficios de esta implicación. Si existe, los niños observan de primera mano que sus padres valoran la educación que reciben» y se implican más «en este proyecto a largo plazo».
Estudios recientes en Psicología Social señalan que los padres más involucrados en la educación de sus hijos tienden a invertir más recursos materiales y liberan más tiempo para sus vástagos, desarrollan más actividades para estimularlos cognitivamente (lo que suele ir parejo a una mejor comunicación entre los progenitores y mejores resultados escolares) y repercute favorablemente en la autoestima infantil. Según la psicóloga Eurini Flouri, de la Universidad de Londres, «los niños deducen que si los padres están interesados en ellos, ellos deben ser personas interesantes».
El informe ¿Qué pueden hacer los padres para ayudar a sus hijos a tener éxito en los centros educativos? (nº10 de la serie PISA in Focus), destaca que hábitos muy sencillos como leer a menudo desde Primaria con los hijos tienen una influencia muy destacable en su rendimiento en lectura a los 15 años. La diferencia en los niveles medios de comprensión lectora, con los datos del informe 2009, era de 25 puntos respecto a quienes no mantenían esta costumbre (el equivalente a más de medio año escolar).
No es un dato que sólo confirmen estas evaluaciones. Los resultados de un sondeo del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) de 2005, al preguntar qué medidas concretas podrían ayudar a la mejora de la educación en España, destacaba como primera respuesta reforzar la implicación de las familias en la educación de sus hijos.
Se hace más que antes
La percepción de los padres, según el estudio sociológico Educación y Familia. Los padres ante la educación general de sus hijos en España (Funcas, 2009), es de una mayor preocupación por el tema. En 2008, un 60,5% de
los encuestados consideraba que estaba haciendo más por la educación de sus hijos que sus padres. En la primera edición de este informe, en 2000, este porcentaje era del 53.5%. En 2000, un 21,8% de los padres afirmaba no repasar nunca la lección con su hijo. En 2008, este porcentaje había bajado al 3,8 por ciento.
La licenciada en Pedagogía y profesora del CESAG Arantxa Soria destaca que en la comunicación familia-escuela «no es suficiente ya la típica circular o la nota en la agenda, porque hay veces en que la información no llega, se adultera o no se interpreta bien».
Soria estima que hay que relativizar datos de estadísticas sobre la implicación. «La realidad es que existe mucha menos comunicación y coordinación con los padres de la que se pregona. Existe una entente cordiale donde muchos padres ven en la escuela como un prestador de servicios, que enseña contenidos, pero que también cubre sus necesidades de guardia y custodia de sus hijos, y no cuestionan al centro mientras responda a estas necesidades. Por contra, muchos centros tienen muy delimitada la participación de los padres: AMPA y extraescolares». En los motivos para elegir centro influyen muchísimo más la cercanía al lugar de residencia que el proyecto educativo, «que sólo aparece como un factor diferencial en centros considerados de prestigio».
Prioridades comunes
A efectos prácticos, Soria defiende una mayor coordinación e implicación entre familia y escuela, de cara a obtener mejores resultados. «No existe una educación integral y de calidad sin los dos. Y un colegio debe tener claro que la mejor publicidad con la que puede contar son la que hacen unos padres satisfechos con el boca a boca».
María Ferrer Ribot, licenciada en Psicología y doctora en Pedagogía, profesora en la Universitat de les Illes Balears (UIB), resalta que «hay muchas cosas que se aprenden, y que no son contenidos, que se aprenden en casa y en la escuela. Lo que me preocupa es que se aprenda en direcciones contrarias. (Valores como) Tolerancia, diversidad, respeto, esto es lo importante donde deben ir de la mano escuela y familia. Puede pasar que en un lado se trabaje eso y en casa este tema no se habla o se fomente lo contrario».
La conexión entre familia y el mundo de la educación es poliédrica. Puede abordar temas como la participación directa (a través de asociaciones de padres y madres de alumnos o consejos escolares), la comunicación entre padres y tutores, o la implicación activa de los padres en la educación.
En el aspecto organizativo, Garreta estima que el rol de las familias en las escuelas es muy puntual, «porque en muchos casos las decisiones ya están tomadas» y además, existe una realidad: «los docentes no han sido formados en este tema. Existen reticencias en diferentes ámbitos. Hay familias que delegan todo en la escuela, pero también aparece el temor de los profesores a ser cuestionados».
Este sociólogo, coautor del estudio La relación familia-escuela, señala que «los papeles que juegan las AMPAS son muy diversos. Muchas han pasado a ser meras prestadoras de servicio, cuando en el pasado habían sido plataformas muy activas para reclamar la mejora de educación. Existen muchos canales de comunicación entre la familia y el centro escolar, la cuestión es escoger cuáles se consideran más efectivos, que deben adaptarse a la realidad de cada centro. Lo que puede ser muy necesario en un colegio grande puede no serlo en un colegio rural».
Tanto Soria como Ferrer Ribot coinciden en la conveniencia de que se expliquen metodologías didácticas y objetivos para conseguir la implicación parental. «Las metodologías activas son muy buenas para ello, y también se deben potenciar las habilidades sociales y de comunicación. La formación del maestro es vital para la calidad de la educación, pero también hay que tener en cuenta que la escuela, para ser efectiva, tiene que tener capacidad para trabajar en red» relata la profesora del CESAG. Esta red incluye a las familias, pero también al entorno. Según Ferrer Ribot, «para lograr la participación de la familia en la escuela hay que invitarla a ello, contar con ellos a la hora de montar algunas actividades y no juzgarla. Hay que mostrar lo que se hace o se quiere hacer, lo que quiere decir metología utilizada y objetivos». Y esta comunicación debe ser continua en el tiempo, aunque muchas veces disminuya con el aumento de la autonomía del niño: «me preocupa que solo se llame a la familia cuando hay un problema, pero no cuando hay un éxito».
Como respuesta a estos planteamientos de participación, han surgido iniciativas como las Comunidades de Aprendizaje, que buscan la implicación en el centro de todas las personas que de forma directa o indirecta influyen en el aprendizaje: profesorado, familiares, amigos, vecinos, miembros de asociaciones y organizaciones vecinales y locales, voluntarios, etc. En Cataluña y Andalucía ya han surgido redes que agrupan a estos colegios.
Jordi Garreta, que participa actualmente en una investigación sufragada por el Ministerio de Educación sobre los factores que más influyen en la participación de la familia en la escuela, destaca que lo que se muestra más efectivo, además de «la habilitación de canales de comunicación, es la implicación a fondo de los equipos directivos de centro». Según estadísticas de la OCDE de 1996 el porcentaje de padres españoles involucrados en varios tipos de actividades escolares estaba aún por debajo de la media. Sólo un 2% afirmaba participar en el proceso de enseñanza, frente al 7% de media, o el 5% de países vecinos como Italia o Portugal. [pullquote]
La participación aún está por debajo de la media europea
[/pullquote]También eran menores los porcentajes de involucración en actividades extraescolares. Según datos del informe PISA de 2006, sólo un 6,3% de los directores consideraban que los grupos de padres tienen influencia en las prácticas de evaluación, En Finlandia, un 25,6% y en Polonia, un 62,2%. En la elaboración del curriculum, la participación parental era reconocida en un 5,9% de los casos, mientras que en Finlandia alcanzaba el 40,8%.
En opinión de Marisa Vázquez, «para establecer un diálogo entre familia y escuela hay que mantener una actitud de escucha activa, porque la escuela puede lanzar un mensaje, pero la familia interpretarlo de otra manera. Comunicamos siempre, no sólo cuando hablamos. Una familia que no escribe mensajes al tutor de sus hijos, ya está comunicando un mensaje: el de que no tienen interés (por lo que se hace en la escuela con sus hijos), o algo más a investigar». Vázquez también señala que implicarse en la educación de los hijos supone «reflexionar si menos es más. ¿Compensa trabajar mucho más para ganar más dinero o tener tiempo de calidad con tus hijos?».
Diferentes necesidades
Existen respuestas y necesidades diferentes en función de niveles sociales, educativos y económicos. Según la encuesta de Funcas, un 68,1% de los padres con menor nivel socioeconómico prefieren que la escuela ocupe la mayor parte del tiempo de sus hijos. Un 43,4% de los de nivel alto prefieren que deje mucho tiempo libre. Garreta destaca que «padres con un bagaje cultural más elevado tenderán a promover actividades que estimulen a sus hijos». El grado de implicación de los padres es importante, según el estudio Infancia y futuro. Nuevas realidades, nuevos retos. Una carencia de implicación de una madre implica que se tripliquen los riesgos de sufrir problemas para seguir una asignatura (esta probabilidad es menor en el caso de los padres).
Asimismo, destaca que la falta de empleo de la madre aumenta el riesgo de pobreza infantil y de fracaso escolar. En los hogares donde sólo trabaja un progenitor tres de cada diez niños de 0 a 10 años son pobres. En los casos de familias monoparentales en que la madre no trabaja, el riesgo de pobreza crece hasta el 69%. De acuerdo con los datos, las familias ejercen un papel de primer orden en la prevención de fenómenos de desafección escolar.
Diferentes tipos de familiaLa profesora del CESAG Arantxa Soria destaca que una necesidad en los centros educativos es ser conscientes «y adaptarse a la nueva realidad familiar. No existe sólo la familia tradicional, hay más modelos. Por ejemplo, las familias monoparentales. La conciliación de la vida familiar, laboral y escolar puede ser mucho más difícil en estos casos. Esta adaptación debe estar en el centro de las atenciones de los colegios», con los departamentos de Orientación en primer plano, pero «trabajando también en red con otros servicios públicos, como los de Sanidad o Servicios Sociales». La familia tradicional, entendida como pareja con hijos en que el padre aporta el dinero y la mujer cuida del hogar tiene cada vez menor peso. Sólo un 13% de las familias españolas en 2010 respondía a este perfil, según datos recogidos en el estudio Infancia y futuro. Nuevas realidades, nuevos retos. En 1990, por ejemplo, era un 29%. El estudio concluyó que la familia igualitaria contribuye aún más que la tradicional al bienestar infantil. Una baja implicación del padre entre los 0 y los 10 años aumenta la probabilidad de sufrir problemas de desafección escolar, baja competencia emocional e incluso tasas más elevadas de obesidad. |
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