31 May La mejor herencia
Ser padres no es tarea fácil. Millones de artículos y vídeos inundan Internet con consejos para que nuestros hijos luzcan más sanos y guapos y para resolver cualquier problema relacionado con su educación o comportamiento. Su felicidad nos preocupa, y mucho.
Pero, en esta búsqueda de la felicidad, ¿qué lugar ocupa la fe? ¿Para qué necesitan nuestros hijos conocer a Dios? Suelo comparar la necesidad de trascendencia del hombre con la necesidad de una persona que ha sido adoptada de conocer a sus padres biológicos. Hay programas de televisión que se están haciendo de oro ofreciéndonos esos reencuentros tan dramáticos en los que dos personas completamente desconocidas de abrazan y se besan porque llevan esperándose toda su vida.
Saber de dónde vengo, de quién vengo es fundamental para el desarrollo de la persona. Tanto que muchos, que son muy felices con sus padres adoptivos, sienten que les falta algo y no cejan en su empeño hasta conseguir cerrar el círculo y dar sentido a su vida. De la misma manera, podremos dar todo lo material a nuestros hijos, pero si le obviamos a Dios, su Padre bueno, el que lo ha creado, el que lo ha «amado hasta el extremo», el que lo acompaña en su día a día y el que lo espera para vivir para siempre junto a Él, le estaremos hurtando una pieza clave para su desarrollo integral. Siempre estará cojo.
Pero para transmitir la fe, lo primero que necesitamos los padres es tenerla y vivirla. Y esto es imposible hoy en día si no se está integrado en algún grupo. Parroquias, movimientos y congregaciones ofrecen ámbitos donde los mayores podemos conocer mejor a nuestro «Verdadero Padre» para poder así dejarles a los hijos nuestra mejor herencia: la fe.
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