14 Jun La crisis desde África
Me lo han propuesto pero… hablar de la crisis desde África me queda un poco grande. Este continente es enorme, y yo sólo conozco una pequeñísima parte del país que me acoge desde hace tres años. África es un inmenso mosaico de culturas, lenguas, razas, religiones, músicas, danzas, estilos artísticos, tradiciones orales y escritas, contextos políticos, económicos y sociales. Por otra parte, hacer un análisis sobre las actuales políticas de desarrollo en tan poco espacio, y tiempo, sería aventurado. Soy consciente de la increíble complejidad del entramado de esta crisis mundial.
Quizás, en unas pinceladas, puedo deciros que el impacto de la crisis en la ayuda internacional es muy significativo. Lo primero que se han recortado son las ayudas a la Cooperación. Y eso significa que ahora, aquí, contamos con muchos menos recursos para mejorar las infraestructuras del Hospital y la Escuela, para becas, para invertir en proyectos de autofinanciación y en microcréditos, para potenciar la formación del personal que trabaja en nuestros centros… significa que, de algún modo, se acentúa aún más el abismo entre el nivel de vida de una minoría del Planeta y las otras tres cuartas partes que no cuentan con lo necesario para vivir.
No poder ir a la escuela por falta de recursos (sobre todo si eres niña), morir de malaria (o de fiebre tifoidea, meningitis, sarampión…), padecer malnutrición, sufrir la violencia de género, carecer de recursos para emprender un negocio, no disponer de luz eléctrica ni de agua potable… no son tópicos, sino realidades que vemos, que vivimos, que tocamos todos los días.
La crisis ha mostrado que el sistema económico por el que hasta ahora nos regíamos no funciona, ¡creemos otro! Como dijo Yunus cuando le fue otorgado el Premio Nobel de la Paz en 2006: “Unamos nuestras manos para brindar a todos los seres humanos una oportunidad justa para que liberen su energía y su creatividad”.
Sí, en una visión que va más hondo y más adentro, la crisis significa que estamos llamados a trabajar juntos. Ya no es posible una visión paternalista de la cooperación porque cada pueblo es el protagonista de su propio desarrollo. Para quienes estamos aquí, esto se traduce en colaborar unidos en la gestión de lo que es de todos, no como “francotiradores”, sino codo con codo con la gente del poblado, con las familias, y también con las autoridades locales y estatales, y con otros organismos, instituciones e iglesias.
Se trata de buscar cauces de diálogo, de promover un estilo profesional, competitivo y eficaz pero no por ello “eurocentrista”. En África, hay iniciativas muy interesantes de participación ciudadana, de fortalecimiento social y democrático, de empoderamiento de las mujeres, de acciones respetuosas con respecto al medio ambiente. Basten, como ejemplos, el movimiento de la “Primavera árabe”, las cooperativas de mujeres en el Kivu (en la zona de los Grandes Lagos) o los procesos de reconciliación en Ruanda. En nuestro pequeño poblado de Kanzenze, puedo contaros que somos herederas de toda una tradición educativa, ya que la Pureza está presente aquí desde 1984.
Además, trabajamos en cooperación con la Coordinación Católica y el Estado, puesto que somos una escuela convencionada (concertada); contamos con un incipiente Equipo Directivo, y distintas comisiones, que nos permiten llevar juntos nuestro Centro Escolar, y donde todos nos vamos implicando cada vez más, y también colaboramos con otras escuelas; con la ayuda del exterior (Fundación Barceló, Empresa Notin.Evo, particulares) y con ayudas locales, hemos implantado la asignatura de Informática, para colmar esa brecha digital que impide a los pobres el acceso a la información y al mercado.
Disponemos desde el inicio de curso con un servicio de Biblioteca que funciona todas las tardes durante dos horas y que permite a muchísimos niños y jóvenes acceder a la lectura; desde hace más de un año, funciona una Banca de Ayuda a los Profesores, con un fondo rotatorio que les permite obtener préstamos con un interés muy bajo (a diferencia del poblado, donde los intereses son del 50% como mínimo) y varios de ellos, siempre con sus mujeres, ya han creado pequeños negocios que sostienen la economía familiar, basados en el comercio, en la agricultura o en la ganadería; existe un pequeño grupo de apicultores, formados por un especialista del Kivu, que ha venido en dos ocasiones para la formación, y contamos ya con una incipiente explotación apícola, que en el futuro nos ayudará al mantenimiento de las obras y al sostenimiento de la economía doméstica de la gente; y, últimamente, estamos sentando las bases para una cooperativa.
Hay que tener en cuenta que toda la actividad agrícola se realiza de modo manual, sin animales ni máquinas, las personas invierten mucho en tiempo y esfuerzo físico, pero los resultados son pobres. Hemos hecho ya algunas experiencias con distintas calidades de maíz, que nos han permitido doblar la producción sin bajar la calidad, y también estamos probando con otras semillas. Son actividades que llevamos a cabo según nuestros recursos y posibilidades, y muchas de ellas basadas en las iniciativas de la población del lugar.
Ahora, estamos redactando un proyecto porque nos gustaría contar con un tractor, cuyo coste asciende a ¡65.000 $!… Unámonos… nosotros ofrecemos la creatividad y la capacidad emprendedora de los pobres, y la Cooperación Internacional-que incluye también a Fundaciones, Entidades, ONGD, familias, amigos, donantes…-puede apoyarnos ahí donde los recursos nos faltan. Lo que nos llegue, con tanto esfuerzo y sacrificio en estos tiempos de crisis, lo haremos fructificar. No se puede, de momento, prescindir de la ayuda, pero sí es necesario darle los cauces adecuados para que pueda fructificar bien, con proyectos arriesgados en los que se implique profundamente a la gente del lugar, y más aún, urge favorecer e impulsar las iniciativas que ya existen y que han brotado en esta misma tierra.
Pero esta reflexión no es sólo válida para las ONGD, los misioneros o los expatriados que vivimos en este continente, sino también para las comunidades locales. Dicen de Gandhi que, después de haber intentado convertirse en un perfecto “gentleman” durante toda su estancia en Londres, renunció a copiar a los ingleses y tomó la resolución de ser él mismo.
Y ese hombre enjuto, de gafitas redondas, vestido de lino y que caminaba con una caña de bambú, consiguió la independencia de la India. Como Martin Luther King, Rosa Parks, Nelson Mandela… África no puede buscar sus recetas, ni sus recursos, en Europa, ni en Estados Unidos, sino en lo más profundo de sí misma. Como escribió el maestro budista Dogen: “los demás no son yo”. Nadie puede decidir por ella lo que está llamada a ser, tampoco su pasado de esclavitud y colonización que tantas heridas ha dejado en la memoria de nuestro pueblo. Porque las respuestas de las naciones, como las de las personas, vienen de la hondura del corazón. Y a la vez, en comunión con los demás, en unión con todos, y con todo, y con el Todo.
El impacto mundial de la crisis nos llama también a lo que decía Joseph Wresinski, el fundador de la ATD Cuarto Mundo; esto es, a que cada uno, desde donde está, ponga al más pobre en el centro de sus intereses y haga todo lo posible por reconocer la dignidad de cada persona, según sus medios y posibilidades. Todos podemos hacer algo. Hagámoslo.
La crisis, tan dura y difícil para tantas familias, puede ser, sin embargo, una oportunidad para valorar más el encanto de lo cotidiano. El agua que sale del grifo, el diálogo con los niños al regresar del colegio, la sonrisa del chófer que conduce el autobús o de la señora que vende en el supermercado, el paseo con el abuelo, la comida en familia, los pequeños éxitos, el tener un trabajo (aunque el sueldo sea pequeño), un instante de oración…
La crisis nos ha conducido a ver la realidad de las cosas, como los espíritus guían al viejo Scrooge en el famoso relato de Navidad de Dickens; la crisis nos llama a ser felices con mucho menos, a calmar la avidez del corazón humano en la apertura a la alteridad, en mi familia, en mi lugar de trabajo, en mi ciudad, en el mundo. Como aquí, en Kanzenze, en donde casi todas las noches vemos un cielo estrellado precioso, en donde los niños se divierten subiendo a los árboles y corriendo con camiones de barro y caña fabricados por ellos mismos, en donde podemos pasar una tarde de domingo conversando bajo la sombra de un árbol, en donde trabajamos en equipo y descubrimos que las cosas salen mejor, en donde comer juntos un plato de arroz es una fuente de alegría, en donde disfrutamos capturando abejas en la selva, en donde no hace falta correr yendo hacia ninguna parte. Podemos aprender a “ser·” más “teniendo” menos. A tomar y a soltar. Ése es el mensaje del Evangelio, la luz de Jesús para estos momentos de oscuridad e incertidumbre. No es necesario pelearse con las tinieblas, basta encender esa luz. Aquí y ahora.
(*) Victoria Eugenia Braquehais Conesa, rp. Kanzenze (Katanga, R.D. del Congo). Directora del Instituto de Educación Secundaria Uzima (mixto, 353 alumnos, de los cuales 129 son niñas).
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