01 Jun Lo contrario del amor no es el odio, sino el miedo
Lo siento, chicos, amar no es tener mariposas en el estómago. Demasiadas palabras bonitas se han escrito ya sobre el amor, muchas de ellas bastante cursis y blandengues, otras filosóficas, otras espiritualoides. La verdad es que muy pocas realistas.
Pero lo cierto es que el amor es una experiencia que te cambia la vida. Tan importante que sólo podemos vivir de dos maneras: en el amor o en el miedo. El odio no es lo contrario al amor. Incluso me atrevo a decir que no conozco a nadie que viva en el odio, pero sí conozco a muchos encadenados a sus máscaras y miedos.
Esto no es filosofía, es realidad: “Si amo, seré lastimado”. “Si muestro mis emociones, seré rechazado”. “El matrimonio es una esclavitud”. “Si expreso mi interioridad, podrán hacerme daño”. “Si soy auténtico, peligro”. ¿Lo hemos pensado o escuchado alguna vez? ¿Qué hay detrás de estas palabras?
Cuando hablamos de amor, hablamos de relaciones. Y da igual si se trata de una pareja, de un grupo o de una relación física o espiritual. Amar te hace vulnerable y abierto, y eso conlleva un riesgo, porque nunca sabes hasta dónde podría dañarte esa otra persona. El miedo toca directamente nuestra vulnerabilidad, nuestro sentimiento de rechazo o de fracaso. Curiosamente, cuanto más amor hay, más desnuda queda el alma.
No hablamos del eros, ni del ágape, ni del fileo. Hablamos del amor, porque éste, si es auténtico, está presente en cualquiera de sus manifestaciones. Por supuesto que existen relaciones que son sólo encuentro de cuerpos, sin alma.
Por eso, al final de nuestra vida, sólo seremos juzgados por el peso de nuestro amor
En ese caso, nada. Hablamos de la esencia de la vida, de un amor profundo y real que “es una rara flor que no siempre florece. Sólo sucede cuando no hay miedo, nunca puede suceder antes”. Afecta a toda la persona, influye incluso en que las cosas salgan bien.
Sin miedos no tienen sentido las fronteras, se puede discrepar, se puede decir que no, los secretos no preocupan, la confianza crece, la persona se siente habitando en lugar sagrado y seguro. El corazón siente que se expande, tanto que parece traspasar el cuerpo porque trasciende el tiempo y la distancia y experimenta la Inmensidad donde todos estamos conectados, ahí donde hasta la muerte es “hermana”. Se vive en otra dimensión: más profunda, más libre y más humana.
Un termómetro claro del amor es la ausencia del miedo: qué tan auténtico eres, qué tan abierto y sin defensas, qué tan dispuesto estás a aceptar tus emociones, a comprometerte y a exponerte a ti mismo y a todo lo que te concierne y te importa. Es cuando surge lo mejor de ti. Con el amor te expandes, con el miedo te encoges. Con el miedo te cierras, con el amor te abres. Con el miedo dudas, con el amor confías.
Vivimos en el amor con aquellas personas que somos capaces de expresar sin miedos nuestras verdaderas penas, necesidades, preocupaciones, emociones, añoranzas y deseos. Vivimos en el amor tanto en cuanto podamos desnudar el alma y no pasa nada, porque hasta mis miserias son motivos de ternura para quien me ama. Como Dios con nosotros. Él es el Amor.
Por eso, al final de nuestra vida, sólo seremos juzgados por el peso de nuestro amor.
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