13 Mar La convivencia en la escuela africana
Convivir en África, al igual que lo que sucede en otros continentes, se nos impone como un imperativo categórico desde el momento en que existimos, ya que todos tenemos el mismo derecho a la vida. Pero la convivencia africana se distingue de la europea por la especificidad marcada por el modesto existencialismo que subyace en las conciencias del hombre africano en general. Esta realidad social se refleja perfectamente en las escuelas, ya que los niños son la imagen de sus padres. Aunque África es muy grande y la diversidad de países también, me permito tratar de la escuela africana en su unidad, ya que el continente negro ha compartido un desarrollo en el tiempo, a grandes rasgos, bastante parecido.
En las escuelas africanas, la convivencia se regula sobre unos principios tradicionales que prohíben burlarse del prójimo, por mucho que la competición esté permitida. En efecto, en esta sociedad de supervivencia, donde sólo la lucha permite seguir adelante, si alguien fanfarronea de su fuerza o de su éxito ante el débil se considera que está cometiendo un pecado. Se puede considerar una constante universal que los alumnos se apoyen entre sí y que, ante la desgracia de uno de ellos, adopten una actitud de responsabilidad que, pese a la posible corta edad de los alumnos, roce la madurez. Estos niños saben que lo que le sucede a uno en un momento dado podría ocurrirle a los demás en otras circunstancias. Aunque también hay un dicho africano “no te burles de los que se están ahogando, hasta que hayas conseguido la travesía en tu turno” que viene a desdecir en parte lo anterior.
El sincero compañerismo abarca muchos aspectos de la vida del alumno, incluso el sentido del reparto que hace que el niño procedente de familia más pobre no se vea marginado. Cuántas veces en las aulas africanas se ha invitado al alumno que no tenía su libro de lectura, por ejemplo, a ir a la mesa de los demás para seguir la lectura. En algunas circunstancias hemos sido más de tres en seguir la lectura en la misma mesa. Y no es nada raro ver que niños vayan a visitar a un compañero de clase enfermo que ha tenido que quedarse en casa varios días sin poder acudir a clase. Me acuerdo que más de una vez, nuestro maestro nos pidió que contribuyéramos a costear el tratamiento que necesitaba para curarse de la malaria un compañero de clase cuyos padres no podían pagar. Es decir, estamos hablando de una convivencia pacífica, de un respeto mutuo a pesar de la competencia en los exámenes de final de año, igual a la competencia en los partidos de fútbol. Algunos alumnos discuten hasta llegar a pelearse; pero esto no es la característica dominante en la escuela africana.
Más importante es mencionar que este ambiente pacífico en la convivencia de los niños en edad escolar se debe, en parte, a la escuela como institución. En efecto, la escuela corrigió el desequilibrio social que había provocado la sociedad feudal africana.
La conclusión es clara: a pesar de la corta edad de los escolares, se puede llegar a alcanzar cierta madurez en los valores éticos y morales que favorecen la convivencia en una sociedad basada en la supervivencia y la solidaridad como es la sociedad africana.
Este artículo de Ousseyni Camara, licenciado en Filología Francesa, se publicó originalmente en la edición nº132 de Mater Purissima (marzo 2009)
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