La educación del hombre africano

Imagen de 2006 del colegio de Pureza de María en Kafakumba (República Democrática del Congo)

Imagen de 2006 del colegio de Pureza de María en Kafakumba (República Democrática del Congo)

El nivel de subdesarrollo es el denominador común en el continente negro, en la llamada África subsahariana. Hay países más avanzados que otros, aunque las diferencias no son extraordinarias. Son los calificados como países en vías de desarrollo.

Para explicar esta situación podríamos analizar muchos factores históricos, económicos o demográficos, pero el que me interesa abordar es el de la educación como herramienta para mejorar y avanzar.

En África estamos en una fase del desarrollo que marca ciertas prioridades sociales. La estructura social y laboral diferencia aún, sobretodo en el ámbito rural y en ciudades pequeñas, las funciones de los hombres de las de las mujeres.

Los varones tienen la representación del cabeza de familia y del trabajo con salario y las mujeres se encargan de los trabajos del hogar y los hijos.

Si bien estoy de acuerdo en la igualdad de oportunidades entre sexos tal y como está planteada en Europa, creo que sería pretencioso abordar la evolución de la sociedad africana desde este punto porque primero hay que vencer las barreras económicas y las culturales. Los cambios culturales y sociales van asociados a la educación y a la economía de los países.

Todavía en el continente negro se prima más a los chicos para estudiar que a las chicas, pero los índices de analfabetismo son alarmantes y las oportunidades para seguir una formación media son casi inexistentes.

Si partimos de la base de que los hombres, en este contexto cultural, son los destinados al mundo laboral está claro que su necesidad de formación se hace imprescindible.

 

El aprendizaje de los oficios, en nuestra sociedad, no está reglado; la gente lo aprende trabajando al lado de los que ya saben. Los jóvenes sin estudios se ven obligados a buscar un trabajo como aprendiz de cualquier oficio. Como se puede intuir, los sueldos son irrisorios, la estabilidad laboral es un término desconocido y la capacidad de aprender bien el oficio  es difícil para estos chicos. En definitiva, nuestro continente está lleno de “aprendices de todo y maestros de nada” como dice el refrán español.

Por otra parte África es el continente más joven del mundo a pesar de las difíciles condiciones de vida, de la pandemia del SIDA y la malaria. La mayoría de la población tiene edad para trabajar y, además, desea hacerlo. Pero el paro se cierne como una maldición sobre el colectivo social más pobre y generalmente más joven.

Estos jóvenes son el futuro y deberíamos ser capaces de dejarles crear una sociedad más equilibrada, desarrollar una clase media que les permita vivir con las necesidades básicas cubiertas.

África necesita desarrollarse y esto es responsabilidad de los propios africanos, sin dejar de lado la que tiene el mundo occidental. Si bien necesitamos ayuda, la que precisamos es la que nos pueda dar esperanza en el futuro, es decir, inversiones en educación y salud para que los africanos podamos tejer un sistema menos dependiente de la ayuda humanitaria y nos libre de la esclavitud de la deuda externa.

Un África mejor está en las manos de los chicos y hombres jóvenes, pero sin formación no habrá avance posible.

Este artículo de Ousseyni Camara, licenciado en Filología Francesa, se publicó originalmente en la edición nº131 de Mater Purissima (noviembre 2008)

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