11 Jun ¿Influirá la inmigración en nuestra tradición religiosa?
Autor: Pedro Robles
Hola, ¿cómo estás? La pregunta que me formulas me parece fantástica. Se nota que reflexionas y te paras a pensar. ¡Qué bueno!
El espacio para responder es muy escaso. Haré lo que pueda… Comienzo indicando tres puntos:
• Lo que es seguro es que la inmigración influirá, y no sólo en nuestra tradición religiosa, sino en toda nuestra cultura. De hecho es parte del presente.
• Pero, ¿qué podemos hacer para que la influencia no sea negativa?
• Te propongo dos estrategias: en primer lugar, profundizar en lo que significa para ti nuestra tradición religiosa, y en segundo lugar, abrirse a la riqueza que pueda venir de fuera. Las dos cosas, para mí, son importantísimas, y se necesitan mutuamente.
Me explico. Si por tradición religiosa entendemos un conjunto de costumbres folklóricas que responden a viejos esquemas y rancias estructuras, estoy casi seguro que la inmigración, y por qué no decir también la globalización, influirá muy negativamente, incluso puede hacer que desaparezca. Y a decir verdad, no me importa mucho, porque pienso que quizá sea lo menos importante de la religión.
En cambio, si por “nuestra tradición religiosa” entendemos un modo de vivir de acuerdo con el Evangelio, a partir del modelo de persona de Jesús de Nazaret. Si detrás de este “tradición nuestra” hay un concepto de persona abierta a la trascendencia, una manera de entender la vida y la muerte, un modo de amar, una propuesta de sentido ante el sufrimiento y una actitud ante el interrogante del futuro… Si esta bendita tradición conlleva una escala de valores, y en definitiva, un proyecto de felicidad… Yo soy el primero que me apunto, no sólo a defender nuestra tradición, sino a mostrar con entusiasmo, a los hermanos que vengan de otros lugares, nuestro estilo de vivir, porque quizá sea lo mejor que les podemos ofrecer. Es parte de nuestra identidad.
Y como te decía antes, la segunda estrategia que te propongo es la apertura. Abre tu mente, tu vida, tu espíritu,… al otro, a la diversidad, a los demás pueblos y culturas del mundo. No seamos egocéntricos, pensando que lo occidental, lo europeo, lo masculino, lo católico, lo mallorquín, vasco o madrileño… es lo mejor. ¡Hay tanto por descubrir en el mundo, en el otro, en la diversidad! Tenemos tanto que aprender recíprocamente.
Por ello te invito a estas tres actitudes:
En primer lugar, enamórate de “nuestra tradición”, descubre la profundidad y las raíces de nuestra tradición cristiana occidental… Apasiónate por la historia, haz memoria agradecida por la herencia recibida. Descubre cómo el Evangelio ha inspirado un modo muy interesante de pensar el hombre y vivir en la sociedad.
Después, acoge, descubre, aprende de los demás y dales también a conocer “nuestra bella tradición”, especialmente a los que vienen de fuera. No impongas, propón simplemente. Ofrece aquello que tú has descubierto como el gran tesoro de tu vida.
Pero, sé crítico. Porque así como muchas de nuestras “tradiciones”, en minúscula, pueden estar o no estar… lo mismo pasa en los demás pueblos y religiones. Hay costumbres que no podemos tolerar, ni siquiera en nombre del respeto a la diversidad. Hay modos de tratar a los niños, a las mujeres… que contradicen totalmente nuestra escala de valores, y van en contra de la misma persona. Y hay valores con los que no se juega. Y si alguien lo hace en nombre de Dios… permíteme que no crea en este dios. Que tu gran criterio sea el criterio de Jesús: en el centro, la persona, especialmente los más pequeños, los últimos…
Ama lo nuestro, estate abierto al otro y mantén siempre el espíritu crítico, que es en el fondo un modo muy interesante para servir la sociedad y la justicia.
¿Sabes cuál es el gran secreto de nuestra “tradición”? El saberse amado y acompañado por Alguien: éste es Dios. Bella “tradición” la que nace de este encuentro.
Un abrazo de corazón.
Este artículo se publicó originalmente en la edición nº130 de Mater Purissima (junio 2008)
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