Estudiantes del CESAG participan en el proyecto solidario Racó Educatiu

Aprender enseñando

Cuando fuimos conocedores de la participación de un grupo de estudiantes de Magisterio del Centro de Enseñanza Superior Alberta Giménez (CESAG) en un proyecto de voluntario denominado Racó Educatiu (rincón educativo), que se ocupa de la ayuda a niños con problemas académicos y familiares, nos suscitó interés la dedicación de nuestros compañeros a esta iniciativa.

Decidimos acompañarles un día a Son Roca, el barrio de Palma donde desarrollan la actividad de apoyo escolar, con la idea de estrenar nuestra colaboración en esta revista como estudiantes de segundo curso de Ciencias de la Comunicación con una entrevista a los voluntarios y a la educadora social que con ellos trabaja, Eva Planellas.

Fuimos testigos del entorno en el que cada semana nuestros compañeros se desenvuelven. Al principio, vimos a unos niños aparentemente felices e ilusionados por encontrarse con más personas. Luego, tras
conocer la situación de la gran mayoría de ellos, abrimos más los ojos a la realidad y percibimos a unos chavales que, además de requerir una especial atención en cuanto a estudios se refiere, necesitan compañía, ser escuchados y atendidos.

El ambiente era muy solidario y de ahí surgió nuestra inquietud por conocer mejor la tarea que Racó Educatiu ofrece a los escolares más desfavorecidos de esta zona de la capital mallorquina.

«Nuestra labor como voluntarios consiste en dar a estos niños no sólo un apoyo académico sino también emocional. Necesitan consejos y ayuda, ya que en su entorno familiar carecen de este apoyo», nos dijo Estefanía Ávila, estudiante de Magisterio Infantil, quien además añadió: «Intentamos transmitirles hábitos morales y, para ello, les damos toda nuestra confianza».

Los niños se distribuyen en tres grupos: infantil, primaria y secundaria. Las doce personas que integran el voluntariado acuden dos veces por semana para prestarles apoyo académico. En caso de duda en cuanto a cómo reaccionar ante situaciones difíciles con los chicos —nos explicó Laura Noguera, de segundo curso de Infantil—, se dispone de otra jornada para exponer estos problemas a profesores del CESAG y comentar su solución.

 

Los chicos también tienen la posibilidad de realizar actividades físicas y deportivas, dirigidas por Quique, alumno de Educación Física, que piensa que dichas distracciones facilitan la unión y convivencia del grupo.

Los padres de los chavales son avisados a través del colegio de la existencia del proyecto en Son Roca, concretamente mediante la educadora social. A partir de ahí, entran a formar parte del grupo. «Es una tarea ardua pero necesaria para el desarrollo de estos niños —admite Eva—, pues la actitud de los jóvenes es un reflejo de la educación que nosotros les enseñamos».

Por su parte, es el CESAG, a través de la hermana Mariola, el que ofrece a sus alumnos, tanto a los de Magisterio como a los de las nuevas titulaciones en Ciencias de la Comunicación, la posibilidad de formar parte de este grupo de acción social.

Nuria Vicente, otra de las voluntarias, nos concretó los motivos por los cuales se planteó participar: «Como estudiantes de Magisterio, esta experiencia nos ayuda en nuestro futuro trabajo, ya que educamos a estos niños en todos los sentidos, tanto en el campo académico como en el reto de ser mejores personas. Ellos son conscientes de que aquí se les ayuda y se les presta atención, cosa que nos anima a seguir. Si uno quiere ser maestro, tiene que educar a niños que lo tienen todo o que no tienen nada».

Preguntamos a Nuria por aquello que más les afecta emocionalmente y nos contestó que les sorprende la facilidad que tienen los niños para agradecer cualquier mínima ayuda. «Les gusta sentirse queridos y eso nos gratifica emocionalmente —nos aseguró, Lo que para nosotros simplemente son pequeños detalles, para ellos se convierte en algo muy especial. Nos ponemos en el lugar del más desfavorecido y entendemos que, en esa situación, todos reclamaríamos algún tipo de atención y ayuda».

Por lo que nos comenta, llegamos a la conclusión de que el voluntariado supone dedicarse de manera desinteresada a los demás, pero también recibir un indudable beneficio personal: «Al acabar la jornada —confiesa Nuria—, nos marchamos con la sensación no sólo de haber enseñado sino también de haber aprendido. Nos hace reflexionar sobre la situación en que viven muchos niños y la importancia de nuestra labor». 

Este artículo de Pedro Robles y Lara Cano, alumnos de Periodismo y Comunicación Audiovisual del CESAG, se publicó originalmente en la edición nº126 de Mater Purissima (febrero 2007)

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